AUTOR: Violeta Amapola Nava
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT
Ciudad de México. 17 de marzo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Generalmente “palafito” no es una palabra muy usual en el día a día del yucateco promedio. Por esto mismo, al doctor Federico Dickinson Bannack le sorprendió escuchar que una habitante del puerto de San Crisanto en Yucatán dijera estar fastidiada de que se le inundara la casa y que se iba a construir un palafito. Fue a partir de esta declaración que un proyecto con el objeto de construir viviendas resistentes a los huracanes y las condiciones climáticas de la costa comenzó a gestarse.
Un palafito es una vivienda que se construye elevada sobre pilares o estacas y que usualmente se encuentra sobre cuerpos de agua o a las orillas del mar. Estas construcciones son un producto de la ingeniería que ha permitido al ser humano habitar dentro del mar o de cuerpos de agua dulce. Por lo que, para resolver los problemas de inundaciones de los pobladores de las costas de Yucatán, al equipo multidisciplinario de científicos, coordinado por el doctor Dickinson, le pareció un reto interesante el diseño y la construcción de palafitos que alcanzarán una vida útil de 100 años.
Historia del proyecto Palafito
El proyecto Palafito en realidad surgió de otro proyecto de investigación, en donde la interacción con la gente ayudó a identificar problemas reales para la comunidad, comenta el doctor Dickinson, miembro del Departamento de Ecología Humana en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, unidad Mérida (Cinvestav-Unidad Mérida).
En 1990 se comenzó una investigación concebida a diez años que buscaba detectar y resolver, en conjunto con la población de un municipio del estado de Yucatán, problemas que les aquejaran, tanto aquellos percibidos por los propios habitantes como los identificados por los investigadores. El objetivo final del proyecto consistía en lograr una mejora en las condiciones de vida locales, a mediano y largo plazos.
La investigación tuvo varias etapas, primero una fase de evaluación del estado socioeconómico y de salud de la población. Segundo, la identificación de los problemas por parte del grupo de científicos. Después de esto, le siguió un paso muy importante: evaluar si los habitantes reconocían o percibían los mismos problemas que el grupo de científicos.
Para lograr conocer las percepciones de la comunidad y que esta conociera la de los científicos, se entró a una etapa de investigación participativa trabajando con la comunidad costera de San Crisanto, Yucatán. La investigación participativa contempla que los investigadores se reúnan con la comunidad a exponer, escuchar y analizar los problemas identificados. La comunidad y los científicos se reúnen a trabajar en conjunto en las posibles soluciones a las situaciones problemáticas.
Para 1995, mientras la investigación seguía su curso, los huracanes Ópalo y Roxana azotaron las costas de Yucatán dejando inundado el puerto de San Crisanto. “Este es un problema que afecta a las poblaciones costeras de Yucatán, sobre todo a los habitantes locales, porque ellos rellenan la ciénaga que está al sur de los puertos y sobre esa zona de relleno construyen sus casas. Entonces cuando hay huracanes esas zonas se inundan y las familias pierden enseres domésticos, ropa, tienen que evacuar y, desde luego, sus casas se estropean; es un problema grande”, comenta el investigador.
Después de la inundación ocasionada por estos dos huracanes, el grupo de científicos y la comunidad se reunieron para continuar el trabajo de investigación. Fue entonces cuando una de las habitantes de San Crisanto expresó su hartazgo por los efectos de las inundaciones y comentó haber visto en la televisión viviendas que se sostenían sobre pilares y gente que vivía en zonas permanentemente inundadas.
Al escuchar esta intervención, el grupo de investigación participativa evaluó la idea y concluyó que la construcción de palafitos era una solución viable, por lo que el doctor Dickinson se dio a la tarea de conseguir recursos para este proyecto.
Diseño en conjunto: científicos y comunidad
El proyecto fue planeado para ser desarrollado por un equipo multidisciplinario y mediante un diseño participativo. “Como el proyecto se fundó en la investigación participativa, nosotros no diseñamos con los colegas de arquitectura e ingeniería el palafito que se iba a construir, sino que empezamos a trabajar con los posibles usuarios”.
Esto quiere decir que las personas de la comunidad debían capacitarse y aprender una serie de conceptos de fisicoquímica, ingeniería, arquitectura y ecología, con el objetivo de que participaran activamente en lo que se iba a hacer.
Como resultado del trabajo en conjunto se diseñaron y construyeron dos palafitos, cada uno con materiales diferentes para ser puestos a prueba. Ambas viviendas se entregaron a fines de 2001.
“Parece un proceso muy lento para construir dos casitas, pero esto implica trabajar con los usuarios en la comunidad, respetando sus tiempos y los ritmos de vida. Esto a veces es difícil que lo entiendan las agencias financieras, pero en este caso sí lo logramos”, relata Federico Dickinson, quien trabajó por conseguir fondos para el proyecto por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), del gobierno estatal y de diferentes empresas.
El huracán Isidoro pone a prueba los palafitos
Justo después de la entrega y habitación de los palafitos, en 2002, entra a la Península de Yucatán, precisamente en San Crisanto, el huracán Isidoro. Como narra Dickinson, esta no fue la prueba de fuego, “fue la prueba de agua y el resultado fue espectacular… Ninguno de los palafitos sufrió daño, a excepción de una tapa de tinaco que se voló en uno de ellos y un chorrito de agua que se coló por una de las ventanas del otro”, comenta con humor el investigador.
Por el contrario, cientos de viviendas en San Crisanto y en otras comunidades costeras sufrieron daños que iban desde ligeros hasta la pérdida total de la vivienda. A partir de este suceso la gente en la comunidad se dio cuenta de que los palafitos eran una opción de vivienda.
Después del paso del huracán Isidoro, los miembros del equipo interdisciplinario especialistas en física realizaron pruebas y evaluaron el palafito buscando daños estructurales. Al final del estudio llegaron a la conclusión de que las construcciones no habían sufrido daño alguno y eran perfectamente habitables.
Dickinson, como científico social, relata una anécdota que no solo da a entender la importancia de la fortaleza estructural y la resistencia de estas construcciones, sino de la seguridad y la tranquilidad que brindan a las personas que las habitan.
El investigador narra que varios años después, platicando con una de las mujeres que habitaban en los palafitos, se entera que lo que hacía cuando las autoridades del pueblo los evacuaban era ponerse a planchar la ropa de su familia, al preguntarle el porqué, le respondió que lo hacía porque cuando regresaran no tendrían electricidad y no podría planchar.
“Esta era la inquietud de la mujer, siendo que el puerto entero estaba preocupado por resguardar sus pertenencias y por la posibilidad de perder su vivienda. Más allá de que el palafito va a resistir huracanes, de que no se corroe y de que la familia no gasta en reponer la televisión y el refrigerador que a otras familias se les estropean, está la tranquilidad de la mujer”, afirma el investigador.
Costos
Como coordinador del trabajo, Dickinson evalúa el proyecto de diseño y construcción de palafitos en San Crisanto, Yucatán, como un éxito. Aunque reconoce la existencia de un gran problema, el costo final de la vivienda. Cuando los palafitos fueron construidos tuvieron un costo aproximado de 250 mil pesos mexicanos, en el 2001. Lo cual, declara el investigador, no es accesible para los habitantes de la costa, que son quienes verdaderamente lo necesitan.
En una etapa posterior del proyecto se buscó la reducción de costos de construcción, pero el costo de la vivienda sigue siendo relativamente alto para los habitantes del puerto.
Dickinson coordinó las distintas fases del proyecto desde 1995, cuando se decidió diseñar y construir los palafitos, hasta el 2011, con seguimiento del estado de las viviendas y la aceptación que tuvo por sus habitantes y la comunidad. Pero comenta que la investigación no ha terminado, y sigue en contacto con sus colegas del Departamento de Física Aplicada del Cinvestav-Mérida, que continúan monitoreando la respuesta de las estructuras a la corrosión y planean dar solución a los problemas de costos.
Diseñando una vivienda que resista huracanes y dure 100 años
Uno de los retos del proyecto fue lograr que la construcción del palafito no comprometiera el medio ambiente ni el hábitat de la fauna del lugar. Se pretendía que los materiales y los métodos de construcción contribuyeran lo menos posible a generar un impacto en la huella de carbono.
“En ese momento, la mejor posibilidad que teníamos de lograrlo era hacer un palafito de concreto. De madera que es como se hace generalmente en otros lados del mundo… bueno, no hay madera suficiente si esto se iba a industrializar, en cambio el concreto sí”, señala Pedro Castro Borges, encargado del análisis de las características físicas y químicas en el proyecto Palafito, quien es investigador titular del Cinvestav-Unidad Mérida y miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Huracanes en la regiónLa península de Yucatán está expuesta a más de 20 ciclones tropicales en 150 años, que por su intensidad pueden ser tormentas tropicales o llegar a la clasificación de huracán. Para ponerlo en perspectiva, una persona que viva 75 años en la península podría enfrentarse a más de 10 ciclones tropicales. Fuente: Atlas Climatológico de Ciclones Tropicales en México. |
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El investigador explica que, además de sus ventajas de industrialización, el concreto es un material que se puede ir manejando para producir cada vez menos emisiones de carbono y contribuir menos al calentamiento global, por lo que sigue siendo la mejor opción.
Otro de los grandes retos que tuvo el diseño fue alcanzar los criterios de durabilidad propuestos por el equipo. “Según reglamentos, la vida de servicio de las estructuras es de 30 años, pero cada vez hay una evolución a que en vez de 30 sean 100 años de vida de servicio y nosotros nos propusimos esa meta”, aclara el investigador.
Pero llegar a esa meta implica un gran avance tecnológico, una producción y monitoreo de datos por largos periodos y en varios lugares, por lo que fue una ventaja que el equipo pudiera apoyarse en estudios previamente realizados en los departamentos de investigación del Cinvestav.
Después de arduo trabajo se logró la construcción de los palafitos con los criterios de durabilidad que estableció el equipo, pero se venía un reto igual de importante: ¿cómo comprobar que el palafito en realidad resistiría cien años?
Para responder esta pregunta, el equipo de física introdujo dispositivos de medición en la estructura del palafito para recabar datos de qué es lo que sucede dentro de ella. Así se obtuvieron datos de humedad y temperatura interna, humedad y temperatura externa, resistividad del concreto, potencial de corrosión y velocidad de corrosión.
“Además de las pruebas físicas y fisicoquímicas que se realizaron, se tomaron también mediciones puramente químicas. Estas ayudaron a corroborar cuánto agresivo entraba a debilitar la estructura. Este agresivo puede ser principalmente de dos tipos: el CO2 (dióxido de carbono) del ambiente, que produce carbonatación, fragilizando la matriz del concreto, y el cloruro, que proviene de la sal de la brisa marina, que produce corrosión por picaduras”, explica.
Todos estos datos se grafican con respecto al tiempo y se les aplican modelos matemáticos que ayudan a predecir si los materiales y la estructura llegará o no a esos 100 años de vida de servicio. Si en algún momento los resultados indicaran que el palafito no durará 100 años, podrían tomarse medidas preventivas y correctivas.
Entre las medidas preventivas se encuentra la aplicación de pinturas y barnices, mientras que en las correctivas son medidas más fuertes como una alcalinización o una remoción de cloruros. “Pero la intención es que no tengamos que usar esas técnicas y que por sí misma la estructura dure 100 años”, aclara el doctor Castro Borges.
El equipo de trabajo de Pedro Castro busca seguir el proyecto con el objetivo de abaratar los costos del palafito. Como explica el investigador, “todo prototipo sale caro y la cuestión no es que el prototipo se vuelva caro, sino que a una casa normal se le está añadiendo una subestructura que antes no tenía y que la vuelve cara. Es un cambio de paradigma, pero que a cambio de eso se obtiene una estructura resistente y duradera en beneficio del usuario y en beneficio del planeta”.
Proyecto Palafito, un trabajo interdisciplinario
Los problemas sociales típicamente son complejos, por lo que las soluciones pueden ser múltiples y deben siempre abordar distintas perspectivas. El trabajo interdisciplinario es una forma de abordar estos problemas de manera más integral, coinciden los investigadores.
En el caso del proyecto Palafito, la colaboración de científicos sociales, físicos y arquitectos culminó en un proyecto que respondía a una solicitud de la comunidad, dando como resultado la construcción de los palafitos.
“La apariencia de los palafitos podría parecer simple y alguien podría decir ¿pues qué chiste tiene hacer esto? Pero tiene mucha investigación detrás”, detalla el doctor Dickinson y explica que el trabajo interdisciplinario y la investigación participativa llevan tiempo pero, como coordinador del proyecto, puede apreciar lo enriquecedor de la conjunción de las disciplinas científicas.
“Hacer interdisciplina es muy difícil, yo tengo cerca de 40 años trabajando en investigación, la mayor parte de ese tiempo he buscado hacer trabajo interdisciplinario y lo he logrado solo en un par de ocasiones, y el proyecto Palafito lo fue”.
En la interdisciplina no solo se complementan los resultados de cada área de investigación, sino que se aprenden las metodologías de otras disciplinas científicas. Este fue el caso de la metodología de investigación participativa, mucho más utilizada en la investigación social y que en este proyecto fue empleada también por arquitectos y físicos.
“Nosotros conocimos el método de investigación participativa gracias a los colegas del Departamento de Ecología Humana, que nos mostraron otra forma de hacer las cosas. Para nosotros fue ciertamente más lento, pero fue mucho más satisfactorio que hacerlo de otra forma. Esto porque los usuarios tienen la oportunidad de apropiarse del conocimiento que se genera previo a diseñar cualquier cosa y de contribuir, aun sin leer y escribir, a que un conocimiento tecnológico se lleve a la práctica y eso para nosotros desde el punto de vista técnico fue invaluable”, comenta Pedro Castro Borges.
El proyecto, que comenzó en el año de 1995, sigue en proceso de perfeccionamiento, pues los resultados de la actividad científica requieren de tiempos para la experimentación, la comprobación y el perfeccionamiento. El futuro de este proyecto ahora va encaminado a la búsqueda de la eficiencia económica de los materiales y procesos de construcción de estas viviendas.