Mérida, Yucatán. (Agencia Informativa Conacyt).- La labor de construir un centro de investigación científica no depende únicamente de iniciativas gubernamentales, sino de la labor de investigadores que día a día dedican una parte de su vida al trabajo científico, académico y administrativo para impulsar la ciencia en cada región del país.
Durante los años setenta, década en que la descentralización de la ciencia pasó de la iniciativa política a las acciones concretas, surgieron los centros de investigación que ahora están centralizados en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en distintas regiones de México, algunos de ellos con la colaboración de gobiernos estatales, instituciones de educación superior y diversas entidades públicas.
Constituido legalmente en 1979, el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) tuvo como propósito inicial estudiar el cultivo del henequén y las problemáticas asociadas a este en la región de Yucatán para mejorar la situación de la industria henequenera.
Acomodados en instalaciones improvisadas y sin un director general, un grupo de investigadores provenientes de la Ciudad de México y liderados por Manuel Robert Díaz y Roger Orellana Lanza inició la aventura que tendría como resultado el desarrollo de uno de los pilares de la ciencia en la península de Yucatán.
A pesar de la caída de la industria henequenera, el CICY continuó diversificando sus líneas de investigación, aumentando su personal académico y capacitando nuevos recursos humanos en maestría y doctorado en su sede principal de la ciudad de Mérida, el Parque Científico Tecnológico de Yucatán, la Unidad de Ciencias del Agua en Cancún y en la ciudad de Acapulco como parte de la Alianza Estratégica para el Desarrollo Sustentable de la Región Pacífico Sur (Adesur).
Como parte de su XXXVII aniversario, el centro público de investigación del Conacyt reconoció la trayectoria académica de algunos de estos investigadores, quienes compartieron para la Agencia Informativa Conacyt sus experiencias como pioneros de diversas líneas de investigación en el sureste.
Víctor Loyola Vargas, bioquímica y biología molecular de plantas
Víctor Loyola Vargas, investigador de la Unidad de Bioquímica y Biología Molecular de Plantas, señaló que su integración al CICY inició incluso antes de que este se constituyera formalmente. En 1982, mientras trabajaba en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Manuel Robert Díaz lo invitó a impartir un taller de otoño en la capital yucateca, misma que continuó visitando hasta 1985, cuando tomó un año sabático para dedicarse completamente al futuro centro de investigación.
“Regresé a la UNAM porque me nombraron jefe del Departamento de Química de la UNAM, pero tuve un acuerdo aquí y quería quedarme, era un reto. Renuncié a la UNAM y vine en junio de 1987. Mi sorpresa fue que a los dos días de haber llegado me nombraron jefe de un departamento que no existía y me pedían que yo creara. Era el departamento de bioquímica y ahí empezó todo”, expresó.
Después de colaborar en el estudio de henequenes, única línea de investigación hasta entonces, Loyola Vargas inició la línea de investigación en metabolismo secundario y obtención de productos naturales por técnicas biotecnológicas. En 1990, cuando Manuel Robert Díaz fue nombrado director del CICY, Loyola Vargas fungió como director de la División de Biología Vegetal, cargo del que se retiraría en 1998 para convertirse en el director académico de la institución, donde se encargaría de crear una base de datos de todos los productos institucionales y de consolidar los diferentes grupos de investigación.
“Una de las cosas más importantes que ha hecho el CICY es crear un primer programa de posgrado, el programa de posgrado en ciencias biológicas fue mi idea y mi trabajo, en contra de la opinión de varios investigadores que no veían la necesidad de involucrarnos en la tarea de trabajar con estudiantes. Yo venía de la UNAM, donde había sido coordinador de posgrado, y no le veía un futuro al centro sin que tuviéramos un posgrado propio”, apuntó.
Loyola Vargas, quien es investigador nacional emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), trabajó en la creación de los programas, las materias, los reglamentos, la evaluación por especialistas del campo, la aprobación del órgano de gobierno y el financiamiento del Conacyt, teniendo como resultado la inauguración oficial del doctorado el 4 de abril de 1994.
Dos años más tarde, Loyola Vargas trabajó en la creación de la maestría del CICY orientada a las tres áreas de Recursos naturales, Bioquímica y Biotecnología. “Fue un reto en muchos sentidos, era provincia, los colegas no estaban convencidos de la necesidad de hacernos cargo de la maestría, hubo mucha resistencia a ello (…) Era tratar que la gente fuera participativa, y creo que eso fue un aspecto muy importante de mi labor”, expresó.
Otro logro sobresaliente del investigador fue su participación en la creación de la Unidad de Ciencias del Agua del CICY en Cancún, Quintana Roo, en donde una de las problemáticas más importantes es la contaminación en los cuerpos de agua de la región a causa de los servicios de turismo y hotelería.
Manuel de Jesús Aguilar Vega, investigación en polímeros
En 1984, Manuel de Jesús Aguilar Vega se integró como investigador a un centro en el que únicamente existían los departamentos de recursos naturales, química aplicada y biotecnología, en los que laboraban alrededor de 15 investigadores.
“Los hermosos jardines y todas los edificios del cuadrángulo central no existían. El centro se dedicaba esencialmente a revisar la problemática del henequén, sus implicaciones sociales y económicas y a tratar de obtener nuevos productos a partir de este. Era un centro de investigación joven con muchos jóvenes que comenzábamos en el área de investigación, entre los que algunos se quedaron y otros se fueron”, expresó.
Con el paso del tiempo, Aguilar Vega sintió la necesidad de prepararse mejor y estudiar en el extranjero. A su regreso, se integró nuevamente al CICY en el área de polímeros naturales, y desde entonces su investigación ha estado orientada al desarrollo tecnológico de plásticos y a la investigación básica.
“Durante ese tiempo tuvimos varias interacciones con diferentes industrias del país que nos permitieron forjar ideas de cómo se debía hacer la investigación para acercarla más a la sociedad. Conforme fuimos avanzando, logramos una serie de ventajas en el desarrollo de un área de materiales cada vez más pujante, con mejores capacidades, con mayor equipamiento, mayor cantidad de investigadores dedicados a esta área”, apuntó.
Pronto, el CICY contó con uno de los posgrados más reconocidos en el país en materiales poliméricos, que cuenta actualmente con 20 profesores investigadores que han formado una gran cantidad de recursos humanos que forman parte de universidades, centros de investigación e industrias nacionales e internacionales.
De acuerdo con el investigador, quien está adscrito con nivel II al SNI, en este momento el CICY tiene uno de los departamentos más consolidados en el área de polímeros a nivel nacional, con líneas de investigación en el área de materiales para aplicaciones biomédicas, para construcción a partir de plásticos reforzados, para aplicaciones altamente avanzadas como aviones plásticos y nanoestructuras de diversos tipos; además de investigaciones especializadas en membranas para diferentes aplicaciones y en la simulación de diversos procesos.
“Vivimos un avance cada vez mayor en este tipo de investigaciones. Es un departamento vibrante que tiene ahora alrededor de 20 investigadores, 13 técnicos y la capacidad para interactuar con el sector privado y público productivo. Hemos realizado todo tipo de trabajo que pueda apoyar a la sociedad en su desarrollo de proyectos y esperamos seguirlo haciendo en esa misma dirección”, apuntó.
Para Aguilar Vega, es satisfactorio el nivel alcanzado en la Unidad de Materiales gracias a sus investigadores, entre los que algunos cuentan con una trayectoria de tres décadas, con lo que espera consolidarse en un futuro próximo como un referente nacional e internacional.
Carlos Oropeza Salín, amarillamiento letal y producción de cocotero
Después de realizar su doctorado en la Universidad de Gales, Carlos Oropeza Salín se integró al CICY para sumarse al grupo de investigación de la enfermedad por amarillamiento letal y la producción de cocotero, que continúa hasta el presente.
“El motivo que me hizo iniciar el trabajo en el tema del cocotero fue la aparición del amarillamiento letal. Esta enfermedad entró a México y creó una epidemia en toda la península de Yucatán. Entre fines de los años ochenta y principios de los noventa llegó a Tabasco, se estacionó un poco y en los últimos cinco a 10 años comenzó a aparecer en Veracruz, donde está matando casi a todas las plantas”, apuntó.
De acuerdo con el investigador oriundo de la Ciudad de México, el CICY era un centro relativamente pequeño que ha crecido paulatinamente a lo largo de sus más de 30 años, y el grupo de investigación en cocotero ha tenido alrededor de 10 investigadores y más de 15 técnicos.
“Como es una enfermedad que ya había azotado a varios países en el Caribe, cuando nosotros comenzamos a trabajar en este tema lo que hicimos inmediatamente fue buscar a los países que ya habían tenido el problema y que habían iniciado la investigación, que fundamentalmente eran Jamaica y Estados Unidos desde la Universidad de Florida”, apuntó.
En palabras de Oropeza Salín, quien forma parte del Sistema Nacional de Investigadores con nivel III, el amarillamiento letal es una enfermedad muy interesante pero difícil de estudiar debido a que el patógeno no se puede cultivar e inocular posteriormente, como se hace con otras especies. “La única forma de estudiar el ingreso del patógeno en una planta es a través del insecto que lo transmite, cuya forma de operar es como la de los mosquitos, se alimenta de las venas de la planta y al alimentarse deposita el patógeno y de esta manera ocurre el ciclo”, apuntó.
Con el propósito de estudiar la enfermedad para tener más herramientas, los investigadores se han dedicado a entender mejor la identidad y diversidad de los patógenos, sus variaciones en distintas regiones del Caribe y su interacción con las plantas. “Hemos estudiado cómo la planta se defiende para explotar los genes que puedan estar involucrados.
A lo largo de las últimas décadas, el equipo se ha dedicado a desarrollar un proceso de clonación de plantas y continúa identificando materiales resistentes para aumentar la base genética de ecotipos resistentes. Sin embargo, la investigación en cocotero se aborda en el largo plazo, ya que la especie tiene un ciclo de vida muy extendido que es complejo estudiar.
Desde 1990 hasta el presente, los investigadores han alcanzado un dominio exitoso de la metodología de micropropagación in vitro, misma que están transfiriendo a la biofábrica del CICY ubicada en el Parque Científico Tecnológico de Yucatán. Además, el grupo continúa colaborando con laboratorios de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Asia. En el caso de estudios del amarillamiento letal, continúan trabajando centros de investigación de Jamaica, Inglaterra y Francia, mientras que en Florida básicamente solo queda un investigador.
“Trabajando en conjunto con ellos hemos ido avanzando y entendemos mucho más de la enfermedad, de tal forma que ahora, conociendo los diferentes tipos de fitoplasmas que hay y los sistemas de transmisión, lo que nos podía tomar meses o años, a veces lo podemos lograr en semanas. Eso puede derivar en sistemas de evaluación de resistencia muy rápidos y también estamos trabajando en marcadores de resistencia y/o susceptibilidad”, apuntó.
AUTOR: Marytere Narváez
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT