Ciudad de México. 2 de febrero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- ¿Una cucharadita de azúcar? En muchas ocasiones esta pregunta parece inofensiva, pero si se analiza desde una perspectiva de salud, no lo es tanto.
El consumo de azúcar puede convertirse en una peligrosa adicción, según han comprobado investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que observaron una dependencia a la sacarosa en ratas de laboratorio y destacan que esa adicción puede verse también en los seres humanos.
México es el cuarto consumidor de refrescos en el mundo con 137 litros per cápita al año. En el país, la ingesta de bebidas azucaradas provoca más de 24 mil muertes anuales y está asociada con la obesidad y el desarrollo de diabetes, padecimientos que representan un costo de entre 82 y 98 mil millones de pesos, según el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).
En el laboratorio de la doctora Marcia Hiriart Urdanivia, en el Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la máxima casa de estudios, se llevan a cabo diversas líneas de investigación en torno al funcionamiento de las células beta y la secreción de insulina, así como el análisis de su mal funcionamiento en el síndrome metabólico y la diabetes mellitus tipo 2.
El síndrome metabólico es un conjunto de signos metabólicos que aumentan la probabilidad de desarrollar alguna enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 2. Se caracteriza por obesidad central, hipertensión arterial, niveles de glucosa en ayuno entre 100 y 125 mg/dl (miligramos por decilitro), aumento en los niveles de triglicéridos en la sangre, resistencia a la insulina, hiperinsulinemia y, en algunos casos, albuminuria. Se trata de una condición que ocurre antes de que se presente la diabetes, y se ha demostrado que puede ser reversible.
Para los investigadores, resulta de gran interés conocer los procesos que estimulan las células beta a aumentar su secreción de insulina, así como los mecanismos que provocan resistencia a esta hormona que con el tiempo puede llevar al agotamiento de la célula beta (disminuyendo la secreción de insulina) y, subsecuentemente, a la diabetes tipo 2.
La doctora Myrian Velasco Torres, investigadora asociada del IFC que forma parte de ese grupo de investigación, explica el trabajo que realizan al administrar en ratas de la cepa Wistar (con un peso entre 250 a 280 g) una solución de sacarosa al 20 por ciento en el agua de bebida.
En los primeros dos meses notaron que los animales tratados se hicieron adictos al agua azucarada y presentaron signos que describen el síndrome metabólico, como obesidad central, acompañada con un incremento en la grasa abdominal, hiperinsulinemia, hipertensión ligera, altos niveles de triglicéridos en plasma, resistencia a la insulina, comparados con sus controles (aquellas a las que no se les administró sacarosa al 20 por ciento); mientras que a los seis meses de tratamiento se observaron estos mismos signos aunados a una hiperglucemia.
Estos resultados muestran que durante dos o seis meses de tratamiento con sacarosa, los animales desarrollan síndrome metabólico.
Investigación a nivel molecular
Durante seis años, la doctora Myrian Velasco Torres ha desarrollado una investigación enfocada en la actividad de los canales de potasio sensibles a ATP (trifosfato de adenosina), así como canales de potasio dependientes de voltaje, a fin de conocer su participación en la secreción de insulina fisiológica y patológica, además de su participación en la maduración funcional de las células beta.
La investigadora dice a la Agencia Informativa Conacyt que para su grupo es importante entender cómo funcionan y maduran las células beta, y cómo dejan de funcionar disminuyendo su secreción de insulina, que puede llevar a la diabetes tipo 2.
Puedes ver aquí la entrevista que la doctora Myrian Velasco concedió a Radio con Ciencia. |
Las células beta metabolizan y descomponen la glucosa para producir las moléculas de ATP que son fuente de energía.
“La insulina es una hormona anabólica que mantiene la homeostasis de la glucosa en el plasma. Cuando comemos aumentan los niveles de glucosa en plasma, la cual es transportada al interior de las células beta, que son las únicas que secretan insulina en todo nuestro cuerpo. La insulina liberada ayuda a almacenar la glucosa en órganos, como músculo y grasa, disminuyendo así los niveles de glucosa en plasma”.
Cuando no estamos comiendo (ayuno), la acción de otras hormonas libera glucosa almacenada, principalmente en hígado, manteniendo la glucosa en plasma a niveles basales. “En este proceso de secreción de insulina participan diferentes canales iónicos, a nosotros siempre nos ha interesado la actividad de canales iónicos o la actividad eléctrica de las células beta y entonces encontramos que después de seis meses de tratamiento con la sacarosa al 20 por ciento, los canales de potasio sensibles a ATP son más sensibles al ATP en el modelo de síndrome metabólico”, explica.
En cuanto al estudio de las corrientes de calcio (la que pasa a través de canales de calcio) en células beta provenientes de animales con síndrome metabólico a los seis meses de tratamiento, se ha observado que hay células con mayor densidad de corriente cuando se comparan con los controles, lo cual explica en parte la hiperinsulinemia observada en los animales con síndrome metabólico, ya que esta señal de calcio intracelular es la que desencadena la secreción de insulina.
Cuidado con el azúcar
En México, entre 57.8 y 84.6 por ciento de la población (según el grupo de edad y sexo) tiene un consumo usual inadecuado de azúcares añadidos mayor del límite superior recomendado, siendo las bebidas azucaradas la principal fuente de azúcares con 70.3 por ciento, destaca la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (Ensanut).
De acuerdo con la organización Alianza por la Salud Alimentaria, un refresco de 600 mililitros contiene alrededor de 12 cucharadas cafeteras de azúcar, cuando el límite máximo de azúcar añadida fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 10 cucharadas cafeteras diarias para un adulto y 7.5 cucharadas cafeteras para los niños. Con el consumo de una bebida de este tipo, una persona rebasa en 20 por ciento dicho límite, mientras que un menor lo hace en 60 por ciento.
“Una dieta con alto índice de azúcares y lípidos provoca obesidad, uno de los signos que describen el síndrome metabólico, y que viene acompañada de hipertensión arterial, aumento de triglicéridos en plasma, disminución del colesterol bueno, resistencia a la insulina y, en algunos casos, albuminuria. El síndrome metabólico se puede revertir, normalmente las personas que presenten diabetes nunca se enteraron de lo que pasaba antes, de ahí la importancia de que se atiendan los signos de alerta”, detalla la doctora Velasco Torres.
Es por ello que los especialistas recomiendan llevar estilos de vida saludables, con una dieta equilibrada, disminuir el consumo de refrescos, néctares, tés embotellados, bebidas deportivas y energéticas, al tiempo de incrementar la actividad física. A las autoridades se les insta a regular dichas bebidas, promover estilos de vida saludables y crear políticas públicas encaminadas a una alimentación balanceada.