Basta con moler una planta del cultivo para obtener el ADN para tener el resultado hasta en 20 minutos
A fin de abaratar el monitoreo de los cultivos genéticamente modificados, especialistas del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (CIBNOR) crearon un kit portátil para su detección en el campo, proceso que normalmente requiere de laboratorios especializados.
Esta tecnología identifica 97 por ciento de los genes utilizados en la producción de transgénicos, expuso la doctora Gracia Alicia Gómez Anduro.
Actualmente una de las empresas líderes en el mercado comercializa tiras reactivas para detectar transgénicos; un paquete de 100 cuesta 900 dólares. “Nuestro kit aún no tiene precio oficial pero calculamos que será 40 por ciento más barato”.
Mientras que la mayoría de los métodos vigentes basa su funcionamiento en la detección de proteínas, la tecnología del CIBNOR identifica fragmentos de ADN, lo que aumenta su sensibilidad y especificidad, por lo que reduce los falsos positivos.
El producto consta de una solución para extraer ADN, en la cual se muele una planta del cultivo. Esta mezcla se calienta a 60 grados y si la sustancia cambia de color naranja a amarillo verdoso, se trata de un cultivo genéticamente modificado.
El resultado de la prueba, dependiendo de la especie de la que se trate, puede tardar de 20 minutos a dos horas.
El kit se ha probado en algodón y maíz, pero debido a su configuración también puede detectar soya transgénica.
La especialista en biología molecular explicó que el kit no fue concebido para que los agricultores lo usen directamente, sino personal con capacitación mínima. Y agregó que ya trabaja en una versión similar a una prueba de embarazo, que podría ser aún más barata y fácil de usar.
Cuando se obtenga la patente del kit, se decidirá si la tecnología se transfiere a un tercero, aunque no descarta la posibilidad de formar una empresa de base tecnológica con sus estudiantes de posgrado para ser ellos mismos quienes lo comercialicen para que llegue al productor a bajo costo.
El producto se desarrolló en dos años, gracias al financiamiento de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem) y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que destinaron 1 millón 200 mil pesos a la iniciativa.
También se tuvo el apoyo del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), cuyo personal colaboró en las pruebas de laboratorio y campo.
De acuerdo con la investigadora no se ha demostrado que los transgénicos tengan impactos negativos en la salud humana.
Sin embargo, por la polémica a su alrededor, es importante conocer su ubicación para dar certeza a los productores orgánicos de que sus cultivos están a una distancia prudente. (Agencia ID)