Por Montserrat Muñoz
Guadalajara, Jalisco. (Agencia Informativa Conacyt).- Haber nacido en una pequeña localidad de Oaxaca, en una familia de bajos recursos, no significó un impedimento para que Ricardo Pablo Pedro estudiara un doctorado —con apoyo de una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)— en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), la universidad privada de excelencia localizada en Estados Unidos.
“Actualmente estoy en el último año y trabajo con nanomateriales hechos de silicio, carbono y polímeros. Me gusta entender el comportamiento de polímeros y de los otros materiales; la idea es generar y mejorar microchips para distintas aplicaciones”, señaló el joven, quien egresará en 2018 como doctor en ciencias.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el joven de 26 años compartió las oportunidades y circunstancias que se han conjugado para alcanzar sus ambiciosas metas personales.
En la recta final de su doctorado, actualmente se enfoca en generar teoría y simulaciones, para luego pasar el conocimiento adquirido al grupo encargado del diseño experimental, sintetización, caracterización y estudio del material, así como sus posibles aplicaciones.
Pablo Pedro cursó la licenciatura en química en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Después emigró a Boston para continuar con su preparación gracias a una beca del Conacyt. Al concluir su primer año, las autoridades académicas del MIT reconocieron su sobresaliente desempeño con un paquete permanente de apoyos económicos y estímulos.
Guiado por un sólido compromiso ético, renunció entonces a la beca que Conacyt le había otorgado. “Esas becas se pueden usar para otro mexicano, es parte de ser congruente y ayudar a tu país”, afirmó.
Yo hablo matemáticas
En el MIT, él contó con la asesoría de la doctora Mildred Dresselhaus, conocida mundialmente como la reina del carbono gracias a su trabajo por más de 50 años en el área.
El incipiente nivel de dominio en el idioma inglés durante su primer año en el MIT no fue un obstáculo para comunicarse exitosamente con sus colegas y profesores: las matemáticas se constituyeron el lenguaje universal dentro y fuera de laboratorios y aulas.
“No importa qué idioma hables, si entiendes la ecuación ya estás del otro lado. La comunicación me costaba, pero tomé clases de inglés y todos eran muy comprensivos y hacían el esfuerzo de que entendiera”, recordó.
“No siempre regresar es ayudar a tu país”
El investigador tiene bien claro que para ayudar a su país no es imperativo regresar. “Los que regresan a veces no están involucrados en realidad en ayudar a su país, simplemente montan su empresa y no hay divulgación. Por eso, otra parte que quiero hacer es dedicarme a la divulgación de las ciencias en comunidades rurales”, dijo.
“La ciencia toma muchos años, tiene su arte de entenderlo y tiene todo un proceso. Aunque para algunas personas solo es un salario, la importancia de hacer ciencia es la gran contribución que vas a hacer a la sociedad”, afirmó el oaxaqueño.
Cultura del esfuerzo
El joven se dijo afortunado porque un conjunto de oportunidades y apoyos le han permitido alcanzar sus metas de desarrollo profesional. Y recuerda que desde los primeros años de su educación básica, siempre aprovechó sus ratos libres para trabajar, como vendedor ambulante de frutas y verduras o envolviendo regalos, para ayudar en la precaria economía de su familia.
Desde sus primeros años de educación, comprobó los beneficios inmediatos y tangibles de la excelencia académica. Entendió claramente que solo con educación y un gran esfuerzo personal él y su familia podrían aspirar a elevar su calidad de vida.
“Cuando llegué a la prepa me iba bien en la escuela. Pero no lo hacía por presumir, lo hacía porque a pesar de que iba en escuela de gobierno siempre hay una pequeña cuota y si sacabas 10 en el semestre, como premio no pagabas. Yo no podía pagar, yo no tenía recursos para pagar eso, así que le echaba ganas”, dijo.
“Mi mamá me decía que la educación es algo que me podía sacar adelante, y entendí que hay una recompensa por echarle ganas”, comentó el menor de seis hermanos, quien recalcó que la familia es una figura muy importante en su vida.
Nanotecnología para un gran investigador
Pablo Pedro ha colaborado como consultor de distintas startups en Boston. En un futuro, el joven planea crear su propia compañía para desempeñarse en el diseño de materiales aplicados a diferentes campos, como el farmacéutico y biomédico.
“Los nanotubos de carbono tienen aplicaciones biológicas. Puedes insertarles ciertos medicamentos y los recubres con proteínas, cuando entren al sistema atacarán algunas células en específico. Lo novedoso es que este material es inerte, no reacciona con nada. Entonces no es dañino y lo desechas”, comentó.
La docencia, en cambio, es un camino que al momento no le interesa al joven investigador, ya que desestima poseer vocación docente.
“No quiero quedarme mediano. Profesor debe ser alguien que tenga mucha más vocación, no es solo hacer ciencia, es estar frente a un grupo y ser un buen guía para tus alumnos”.
A quienes buscan iniciar una carrera en la ciencia, Ricardo Pablo Pedro recomienda no perder su motivación y buscar los caminos para lograr sus objetivos.
“Cuando algo no te gusta o te hace infeliz, tienes que cambiarlo. A veces preferimos vivir en cierto estrés porque no nos animamos a salir de la zona de confort; yo estuve a punto de dejar mi doctorado pero cambié de asesor y encontré el equilibrio. Quiero ser feliz. Sé que sabré cómo hacerlo”, concluyó el investigador.