Por Dalia Patiño González
Puebla. Puebla. (Agencia Informativa Conacyt).- Con la intención de encontrar extractos naturales que inhiban el desarrollo de bacterias patógenas presentes en alimentos y que son generalmente causantes de enfermedades gastrointestinales, como la salmonela, la doctora Rocío Pérez y Terrón, investigadora y docente de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), trabaja en el análisis de 34 especies de plantas de la región poblana, detectando efectividad en diferentes especies como el ajo, el romero y el café.
Interesada en antagonizar los agentes patógenos, la doctora Rocío Pérez y Terrón ha realizado análisis de distintas bacterias que no son patógenas y que tengan la propiedad de inhibir el desarrollo de las que sí tienen esta característica. Como parte de esta búsqueda, la doctora se interesó a principios de 2017 por probar ahora sustancias, no bacterias, pero que sí tuvieran el mismo efecto inhibitorio, fue así como inició una nueva línea de investigación.
“Lo que hacemos son extractos que inhiben el desarrollo de bacterias patógenas. No son antibióticos como tales, porque tienen otras características. Primero, lo que hicimos fue investigación documental y después nos enfocamos en trabajar con plantas de la región y que son de fácil acceso para la comunidad. Actualmente estamos analizando la composición de al menos 34 especies”, comentó la doctora Pérez y Terrón a la Agencia Informativa Conacyt.
Aclaró que aunque la investigación está en sus primeras etapas, ya tienen detectado qué extractos tienen la capacidad de inhibir bacterias patógenas; sin embargo, debido a que las características de cada uno son totalmente distintas, aún trabajan para analizar la composición de cada uno de los extractos y observar si los efectos se potencian con las medidas, o bien si se pierde el efecto al combinarlos con otros compuestos.
“Aunque ya tenemos algunas pruebas de inhibición y hemos visto qué patógeno es inhibido por cada planta, nos falta examinar si se potencia el efecto con más de un extracto. Porque a veces puede ocurrir que al combinarlos se disminuya o pierda el efecto”.
¿Qué metodología se utilizó?
Para obtener los extractos, la doctora Rocío Pérez y Terrón recurrió a mezclas hidroalcohólicas con las que realizó pruebas, y posteriormente retiró el alcohol para dejar solo el extracto disuelto en agua. En cuanto al tipo de plantas, utilizó ejemplares secos, frescos y seccionados; sin embargo, detectó que los mejores resultados se obtenían de los ejemplares frescos.
“Empezamos utilizando plantas de la familia amilácea, que se llaman así porque las hojas tienen forma de labios, en general son plantas aromáticas como orégano, tomillo y también café, aunque no es amilácea. Lo que hacemos son extractos de estas plantas que inhiben el desarrollo de bacterias patógenas”.
Cuando ya se obtiene el extracto, se prueba utilizando distintas técnicas de inhibición y antagonismo del crecimiento bacteriano como difusión en agar, este último conocido también como método Kirby-Bauer, empleado para determinar la sensibilidad de un agente microbiano frente a un “antibiótico” que, en este caso, se trata del extracto.
“Sembramos en una placa de medio selectivo la bacteria y después tenemos discos impregnados de los extractos que ponemos en las plantas. Entonces alrededor del disco que causa efecto inhibitorio no crece la bacteria. Esa es solo una de las técnicas, pero tenemos otras más adecuadas para probar extractos por medios líquidos y sólidos, porque no es un extracto para todas las bacterias, así nos damos cuenta de los efectos. Y entre las plantas con resultados más efectivos, tenemos el romero, el ajo y el café”.
La investigadora agregó que lo que sigue a este proceso in vitro es hacer pruebas in vivo, es decir, tomar animales de prueba e infectarlos con alguna de las bacteria a inhibir, causar la infección y posteriormente probar con diferentes dosis los extractos para ver el efecto. No obstante, aseguró que primero trabajarán en el análisis de la composición para no inocular a un animal de prueba con algo tóxico.
“Creo que de avanzar en esta investigación los extractos se podrían utilizar como tratamiento complementario a los fármacos o antibióticos, para que estos se administren en menor concentración, además de que los extractos no inducen resistencia en las bacterias como sí sucede con los antibióticos comerciales”.
Bacterias para eliminar compuestos químicos tóxicos
La doctora Rocío Pérez y Terrón también desarrolla otras líneas de investigación entre las que destaca el uso de bacterias para eliminar sustancias tóxicas que se encuentran en el mar.
“Aislamos bacterias a partir del agua de una laguna aledaña a una plataforma de petróleo en el mar. Lo que hemos observado es que hay bacterias que son tolerantes a crecer en hidrocarburos, colorantes y solventes. Lo que queremos es reconocer las bacterias que pueden eliminar compuestos tóxicos en el mar. Hasta ahora hemos realizado pruebas que nos arrojan una inhibición de estos compuestos de hasta 50 por ciento, pero hay otras bacterias que funcionan en menor porcentaje”.
Afirmó que presentaron los avances en la identificación de la resistencia de las bacterias a estos compuestos, como el petróleo, en un congreso mundial de microbiología. “Llamó mucho la atención que las bacterias eran muy resistentes a concentraciones de estos compuestos tóxicos, por eso no queremos dejar de lado esta línea de investigación y ya tenemos una tesista que trabaja en la continuación de la investigación. En cuanto al tipo de bacterias, algunas son especies muy comunes, por ejemplo las del género Pseudomonas”.
Como parte previa de este trabajo, la doctora y su equipo de estudiantes obtuvieron muestras de efluentes provenientes de corredores de los parques industriales Puebla 2000, Resurrección y Finsa, aislando 76 cepas diferentes, con las que simularon condiciones de crecimiento, añadiendo tres tipos de colorantes y solventes como mecanismo de alimentación.
El equipo detectó que 26 cepas crecieron en una concentración de 30 por ciento y las 50 restantes toleraron hasta 50 por ciento del contaminante. Del total de las cepas, se encontraron 12 especies, de las cuales la Pseudomonas aeruginosa fue la más abundante.