Por: Hector E. Chagoya
Para México, quizás la mayor aportación de la Propiedad Intelectual se encuentre en el conocimiento tradicional de sus comunidades, sus artesanías, el folclor, y en la riqueza de sus sitios arqueológicos.
Las cadenas de hoteles más prestigiadas, los restaurantes de moda, y los centros de entretenimiento compiten entre sí aportando diversos niveles de calidad en sus servicios y depositando sus fortalezas en una imagen construida a base de la satisfacción de sus clientes y la mercadotecnia, lo cual se vincula regularmente a una protección por marca.
Con respecto a la infraestructura turística en los sitios, los hoteles cuentan con sofisticados sistemas de administración, reservación y mantenimiento, para lo cual requieren equipo de cómputo, software y sistemas de control de inventarios, ocupación y turnos, todo lo cual está amparado por patentes y derechos de autor.
Igualmente, existen solicitudes de patente y patentes para recuperación o prevención del deterioro de playas, plantas de tratamiento de agua, elevadores, equipos y reactivos para el mantenimiento de albercas, así como aparatos y equipos para cocinas, lavado industrial de ropa o vajilla, equipos de bombeo, calentadores de agua, y un sinnúmero de equipos y sistemas industriales que hacen posible la operación diaria de grandes hoteles y restaurantes.
De manera colateral, existen también numerosas prendas de vestir (trajes de baño, pareos, ropa de playa, chalecos de campismo, toallas, etc.) maletas y equipaje para viajar (mochilas, portafolios, porta-trajes, etc.) utensilios diversos para el ecoturismo (canoas, navajas, chalecos, tiendas de campaña, bolsas para dormir, equipo de alpinismo y rappel, etc.), y por supuesto, otros utensilios para descanso o diversión como sillas, mesas, sombrillas, etc. Para todo ello, existen disponibles figuras jurídicas tales como los diseños industriales, modelos de utilidad y patentes, según el grado de inventiva y la aportación técnica o de diseño, los cuales aseguran a sus productores mantener las ventajas competitivas que su creatividad les otorga.
Para México, quizás la mayor aportación de la propiedad intelectual se encuentre en el conocimiento tradicional de sus comunidades, sus artesanías, el folclor, y en la riqueza de sus sitios arqueológicos. El conocimiento de productos derivados del maíz, el maguey, el café, el chocolate, el frijol, el chile o el achiote, que por siglos han sido mejorados y utilizados por las comunidades, conforman la gastronomía que deleita a visitantes mexicanos y extranjeros.
El conocimiento de las técnicas de trabajo de la madera, el barro o las telas han hecho también de la artesanía una fuente de riqueza turística para nuestro País. Igualmente, el conocimiento tradicional ha llevado a la conformación de mercados turísticos de belleza y relajación, basados en temascales y tratamientos herbolarios tradicionales de los diversos centros indígenas de nuestro país.
A través de las solicitudes de denominaciones de origen, internacionalmente es posible que los gobiernos protejan características únicas de productos como el tequila, el mezcal, la talavera, o el café, vinculándolos al territorio de origen, siendo ésta una manera de fomentar el turismo y dar a conocer las riquezas de nuestro País, basadas en el conocimiento de nuestras comunidades. Igualmente, a través de las marcas colectivas, organizaciones como Fonart, poco a poco han ido posicionando algunos productos con marcas vinculadas a las comunidades que los fabrican.
Internacionalmente se ha estudiado que el conocimiento de estas comunidades y sus tradiciones, no solamente en el ámbito turístico, sino en muchos otros, puede chocar con derechos de propiedad intelectual, o peor aún, pueden existir abusos de personas externas a las comunidades que aprovechen el conocimiento y traten de lograr obtener derechos de propiedad intelectual basados en el conocimiento tradicional de la comunidad. Bajo esta perspectiva, se ha discutido si es necesario generar figuras “sui generis” para proteger este tipo de conocimientos tradicionales y expresiones culturales, reconociendo que es un conocimiento dinámico, y que no es posible identificar a un autor o inventor, como lo requieren las figuras jurídicas existentes. Internacionalmente no se ha llegado aún a algún consenso sobre la pertinencia o no de un sistema especial para la protección del conocimiento tradicional, pero sí se ha reconocido su importancia en el seno de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
En conclusión, la complejidad de la industria turística y su dependencia de las ideas, el conocimiento y la innovación para mantener el gusto de los visitantes, en todos sus aspectos, encuentra un complemento necesario e indispensable en toda la gama de derechos de propiedad intelectual que subyacen a la prestación de servicios y venta de productos, desde la perspectiva de los grandes consorcios multinacionales presentes en la industria, hasta la perspectiva de las comunidades indígenas que, en buena medida, dependen cada vez más de explotar su cultura y conocimiento tradicional.
“La complejidad de la industria turística ysu dependencia de lasideas, el conocimiento y lainnovación encuentra un complemento necesario e indispensable en toda la gama de derechos de propiedad intelectual.”