* Sus desarrolladores aspiran a que su costo sea menor al de una tablet, a fin de colaborar en la economía familiar y el avance terapéutico del pequeño afectado
Los niños que padecen autismo tienen dificultades para expresar emociones, no tienen habilidades sociales y enfrentan grandes problemas para comunicarse. A fin de ayudar a pequeños con este tipo de problema que aprendan a reconocer, en ellos y en otras personas, expresiones faciales, un grupo de investigadores del Tec de Monterrey creó un robot a partir de inteligencia artificial.
TecO, nombre del robot humanoide, detecta señales neuronales gracias a un amplificador operacional que utiliza una diadema o una capucha, la cual tiene electrodos montados que se colocan en la cabeza del niño y registra señales neuronales; éstas son enviadas a una computadora que las traduce en información que interpreta un psicólogo o un neurólogo.
Así explica el funcionamiento de TecO David Balderas Silva, investigador del área de posgrados en ciencias de la ingeniería, del campus Ciudad de México del Tec de Monterrey. “Detecta ciertas intensiones, como mover un brazo, si hay sueño y/o atención, pero no lee el pensamiento, hay que dejarlo claro. Si el robot registra tristeza en el niño modifica su modo de actuar para que éste cambie ese sentimiento”, aclara el especialista inteligencia artificial.
Parte del equipo científico creador de TecO es la psicóloga Demi Grammatikou, quien explica que lo que pasa con los pequeños con autismo es que la conducta humana los estresa y angustia porque es impredecible, en cambio un robot es predecible. “Lo que hemos visto es que la tecnología les llama la atención y cuando usan herramientas tecnológicas les baja el nivel de ansiedad. Tratamos de señalar lo que les hace falta, por ejemplo, los chicos no entienden cuando estás triste o sonríes, y por medio del robot se busca enseñarlo”.
Señala que empleando a TecO como herramienta en la terapia a niños con autismo se ven avances significativos en dos meses, aunque cada niño es diferente. Explica que las emociones se miden a través de las expresiones faciales, lo cual se hace de manera tradicional mediante la observación, pero el robot utiliza cámaras en los ojos que registran las veces que el pequeño voltea a verlo. Entonces, el contacto visual entre ambos es lo que denota avances.
“Nos da herramientas para medir de forma cuantitativa lo que pasa, al ver cuántas veces el niño miró al robot. El robot puede ver lo que hace el infante, y de manera autónoma decidir qué necesita: si no está haciendo contacto visual puede emitir un sonido o realizar un movimiento para captar la atención del chico. Es así que el niño lee al robot y el robot al niño”, puntualiza Grammatikou.
TecO mide 50 centímetros de altura, tiene rostro y brazos de oso, no cuenta con piernas; está fabricado con aluminio y su funcionamiento es eléctrico. Su desarrollo inició en 2012 y desde entonces es encabezado por el doctor Pedro Ponce Cruz, director de posgrado en Ciencias de la Ingeniería, en el campus Ciudad de México.
El investigador señala que el robot puede tener un costo aproximado de 20 mil pesos. Sin embargo, se pretende que el robot que no cueste más que una Tablet. Actualmente, los padres de niños con autismo desembolsan por consulta con un terapeuta especializado entre dos mil 500 y tres mil pesos la hora, de ahí la importancia de colaborar en la economía familiar y en la terapia para el mejoramiento del pequeño afectado.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, uno por ciento de la población en el orbe padece autismo. En México, específicamente, uno de cada 300 niños tiene autismo, y de según cifras del gobierno federal, anualmente se reportan seis mil casos.
“Desde un punto de vista social parece no impactar a tantas personas, pero cuando uno piensa en el uno por ciento de la población total, es un número significativo”, indica el doctor Ponce Cruz.
Finalmente, hace hincapié en que quienes desarrollan la tecnología deben hacerlo tomando en consideración la situación económica y social del país. “Quien debe indicar como debe ser un producto es la gente de afuera, no la del laboratorio. El compromiso de los investigadores de las instituciones académicas es mayor con la gente, sobre todo con la población con menos recursos, que es la más vulnerable”. (Agencia ID)