Ciudad de México. (Agencia Informativa Conacyt).- En 1953, James Watson y Francis Crick revolucionaron la ciencia al descubrir la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico (ADN). A partir de su trabajo se desató un boom por investigar la molécula que contiene la información genética de las especies.
Humberto Mejía Ruiz supo de ese descubrimiento en clase de biología cuando estudiaba en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Oriente. Desde ese momento, cientos de preguntas vinieron a su mente y de inmediato trazó su futuro: descubrir algunos de los secretos que esconde esa escalera par en forma de espiral.
A más de cuatro décadas de ese primer encuentro, su curiosidad de bachiller sigue intacta y a diario lo impulsa a trabajar en descubrir la información que guarda el ADN.
Profesor investigador del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), el doctor Mejía Ruiz se entusiasma al hablar de los códigos genéticos; dice a la Agencia Informativa Conacyt que aquello que todavía no se descubre en el ADN es un reto que lo motiva a seguir haciendo ciencia, una labor que compara con el trabajo arqueológico de “entrar a las pirámides para encontrar y traducir jeroglíficos”.
Su vocación por la biología se dio en la infancia, cuando disfrutaba observar e interactuar con la naturaleza durante los paseos al campo que hacía acompañado de su padre. Pero el hallazgo suscitado décadas atrás en un laboratorio de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, lo orientó a la biología molecular.
Ciencia aplicada
Al encaminar su carrera profesional a la microbiología molecular y tras estudiar el doctorado en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma México (UNAM), el doctor Humberto Mejía estaba convencido de que el conocimiento científico que generaba debía encaminarse a soluciones de los problemas que aquejan al país.
Bajo esta idea fue que aprovechó la oportunidad de ingresar al Cibnor luego de una invitación que le hiciera su colega, el doctor Fernando García Carreño, quien laboraba en este centro público de investigación, y en el que desde hace 18 años ha trabajado en aplicaciones para combatir las enfermedades que afectan al camarón.
“Mis estudios de doctorado los hice con bacterias del suelo, soy microbiólogo molecular. Un colega me sugirió venir a La Paz; aquí tenían el camarón como modelo de estudio y, aunque yo no había trabajado con esta especie, lo que se aplicaba era biología molecular, con las mismas herramientas que yo utilizaba, así que acepté el reto”, narra.
Sus primeras líneas de trabajo estuvieron encaminadas a diseñar e implementar estrategias a través de la técnica de biología molecular PCR para atacar los problemas relacionados con el camarón, siendo que en esa época surgió el brote del síndrome de la mancha blanca.
“Los granjeros no tenían conocimiento de la biotecnología ni de la técnica de PCR, por lo tanto no tenían confianza en ese tipo de diagnóstico, todo se hacía por histología y nosotros los ayudamos a evaluar si la enfermedad estaba presente en sus cultivos”, dice.
En entrevista, el miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) recuerda una anécdota en la que desarrolló herramientas para la evaluación de muestras que resultaron efectivas para los productores porque no les representaban un impacto económico significativo, a diferencia de kits de diagnóstico provenientes de Asia.
A partir de ello comenzó a ganarse la confianza de colegas y granjeros, permitiéndole después separarse del grupo de investigación de su colega y seguir sus propias líneas de trabajo.
En ese sentido, el también profesor adscrito al Programa de Acuicultura señala que un aspecto que reconoce de la institución es que ha tenido la oportunidad de centrar su investigación en intereses particulares.
“Disfruto mucho que en Cibnor me han dado la oportunidad de moverme hacia donde yo quiero, no me limitan en cuanto a temas, sino que tenemos la facultad de direccionarlo conforme a lo que es nuestra pasión, y la mía es la investigación en áreas biológicas”, destaca.
Y aquello que lo motiva es resolver los problemas que representan las enfermedades que afectan al camarón, debido a que su producción es la de mayor importancia nacional por su valor económico y, por consiguiente, una de las principales actividades que generan empleos.
Es por ello que el doctor Mejía Ruiz trabaja en el desarrollo de soluciones contra patógenos virales del camarón, por ejemplo vacunas, de las cuales dice que están muy cerca.
“Prácticamente tenemos en la mano las soluciones y el reto actual es su aplicación a nivel laboratorio para, posteriormente, transferirla a la industria para que pueda aplicarlas a gran escala”, abunda.
El virus del síndrome de la mancha blanca y el síndrome de la muerte temprana son dos de las enfermedades que afectan severamente a los productores de camarón, dejando pérdidas millonarias. El grupo de investigación de Humberto Mejía ha desarrollado alternativas de control, como el RNA de interferencia con resultados satisfactorios; sin embargo, su aplicación resultaría onerosa para los productores.
En los últimos cuatro años ha trabajado en evaluar el efecto de las nanopartículas de plata en ambas enfermedades en camarón de cultivo. Con sus experimentos ha observado que las especies sometidas a estas partículas tuvieron una supervivencia superior a 90 por ciento, en comparación con el empleo de otros antivirales.
Un granito de arena
Con un tono de voz que conforta, el investigador del Cibnor refiere que a lo largo de su trayectoria profesional ha tenido presente que su labor debe impactar positivamente a la sociedad.
“Desde que decidí trabajar con camarón observé que los problemas son sanitarios y vi que se pueden resolver con herramientas moleculares y vi que puedo hacer algo al respecto. Desde entonces he estado pujando por desarrollar una vacuna o algo efectivo que les ayude”, reconoce.
Y asegura que en el momento que vea que el trabajo que realiza en su laboratorio se aplica en una granja o a nivel macro, se sentirá completamente satisfecho al contribuir a la solución de un problema biológico.
“Por los resultados que hemos estado consiguiendo con las nanopartículas de plata estamos optimistas de que pronto podremos contribuir a resolver problemas biológicos, es lo que me entusiasma y me mantiene activo en la investigación”, enfatiza.
Es así que continúa graduando estudiantes de licenciatura y posgrado, participando en proyectos que se someten a convocatorias y haciendo a diario investigación en colaboración con colegas dentro y fuera del país.
Hace más de seis décadas que Watson y Crick describieron la estructura del ADN. Hoy, a sus 60 años, Humberto Mejía Ruiz se mantiene entusiasta por seguir descubriendo los secretos que guarda esa molécula.
AUTOR: Ana Luisa Guerrero
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT