Culiacán, Sinaloa. (Agencia Informativa Conacyt).- El gusto por la ciencia y la tecnología nació en Alejandro Urías Camacho a muy corta edad, cuando los bajos ingresos económicos de su hogar impedían que le compraran los juguetes más novedosos del mercado. Su mayor anhelo era un cochecito de control remoto.
Poco a poco fue aprendiendo cómo funcionaban. Conforme lo aprendía, recibía nuevos regalos: carritos viejos y aparatos que requerían baterías, cuyo destino en manos del pequeño Alejandro fue siempre el mismo: ser desarmados y convertidos en un nuevo “invento”.
Así transcurrieron los años. Alejandro habría practicado con cada aparato de su casa, lo mismo la licuadora, plancha y abanicos, que el televisor. Transcurrían los días en preparatoria cuando conoció a un hombre amable que vendía dulces en la Central Camionera de Guasave. Observó que esa persona había sufrido la amputación de un brazo. Pensó en las dificultades que esa persona debía afrontar cada día de su vida.
“Se me quedó grabado. Durante todo el proceso me quedó la idea de fabricar máquinas, juguetes a control remoto, y esa pequeña curiosidad me ha llevado a hacer cosas más grandes; pensé que tenía que aplicar todo lo que ya sabía para ayudar en algo”, recordó.
Así nació la prótesis mecánica de brazo, proyecto que desarrolló durante su etapa en bachillerato y que continuó perfeccionando hasta la universidad. El prototipo contaba con piezas recicladas.
“No tenía recursos. Comencé desarmando muchos aparatos: videocaseteras, estéreos, tubos de PVC, cosas que me regalaban. Poco a poco fui armándolo, le fui dando forma y buscando que tuviera cierta funcionalidad”, narró.
Uno de sus profesores vio el proyecto y sembró en Alejandro la idea de hacerlo inalámbrico, diferente a lo que se construye en algunos países.
“Mi idea era que se moviera con la mente, pero es tecnología muy cara. El profesor me dio la idea de manejarlo con los pies, con el movimiento de un dedo del pie, de manera inalámbrica. Investigué cómo hacerlo. Pensé en los juguetes de control remoto. Me regalaron un juguete, lo desarmé, le quité el circuito y lo instalé, así hice las primeras pruebas y comenzó a funcionar”, señaló.
Una vez concluida la prótesis, Alejandro la mostró a la persona que lo inspiró a crearla.
“Cuando quedó listo el brazo se lo llevé, él se lo puso, comenzó a utilizarlo y quería usarlo siempre. Algo tan sencillo para nosotros, como lavarnos los dientes, tomar la pasta con una mano y el cepillo con la otra, para él era muy difícil”, comentó.
Ese proyecto puso en alto el nombre de México. Alejandro obtuvo el primer lugar en la International Environment Scientific Project Olympiad (Inespo), celebrada en 2012 en Holanda.
“En esa feria celebrada en Amsterdam había muchos proyectos de todo tipo. Las grandes potencias en tecnología: Japón, China, Estados Unidos, todos estaban ahí. Entendí que si nos lo proponemos, podemos tener la misma capacidad que ellos. La diferencia es que a veces no queremos hacer las cosas, pero sí podemos”, expresó.
“Yo puedo hacerlo”
Durante el camino para materializar sus proyectos, Alejandro afrontó y superó varios obstáculos: falta de recursos, nula disponibilidad de materiales y —principalmente— los comentarios negativos que pretendieron desanimarlo.
“Una de las grandes adversidades que encuentras es de personas que dicen que no podrás hacer las cosas. En una ocasión me dijeron que no podría hacer el brazo porque ya había industrias dedicadas a eso, pero pensé: si esas personas pueden hacerlo, ¿por qué yo no podría? Tenía clara mi meta: lograr que esa persona que lo necesitaba, tuviera la prótesis de brazo”, comentó.
A partir de entonces, Alejandro se dio a la tarea de mejorar cada vez más la prótesis. Se instalaron equipos más sofisticados, tales como el recubrimiento sintético que replica el color y textura de la piel.
“Este tipo de aparatos es caro. Mi intención es que no sea tan costoso y que pueda ser utilizado fácilmente. Este proyecto me abrió muchas puertas. Tuve la oportunidad de estar en Amsterdam, Holanda, en una feria internacional de proyectos. Obtuve el primer lugar internacional”.
Actualmente, el egresado de ingeniería en mecatrónica, del Instituto Tecnológico de Los Mochis —que pertenece al Tecnológico Nacional de México (Tecnm)—, tiene como meta llegar a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA).
“Una de mis metas es, que si la vida me da la oportunidad de seguir con mi proyecto, quiero llegar a la NASA. Muchos piensan que es imposible, y sí parece, pero es posible. Quiero hacer una investigación en ese lugar”, dijo.
Además de la prótesis de brazo, dijo, trabaja en otro proyecto llamado Libélula, que nació por su curiosidad sobre las máquinas voladoras.
“Repliqué el insecto. La libélula en un robot. Cuando la máquina vuela tiene una pequeña cámara instalada. Pretendo utilizarlo en un derrumbe, en una zona de desastre, que la libélula haga análisis del lugar y emita imágenes en tiempo real, verlas en un monitor y que los rescatistas no entren antes de un posible derrumbe”, anunció.
Alejandro Urías planea, además, continuar estudios de posgrado en el área de biomedicina.