Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. (Agencia Informativa Conacyt).- Actualmente existen siete especies de tortugas que se distribuyen en todo el mundo y cinco de estas habitan con gran densidad en el golfo de México, todas catalogadas como especies en peligro y protegidas tanto a nivel nacional como internacional. Más de 95 por ciento del tiempo de su vida están en el mar utilizando ambientes tanto neríticos (costeros) como oceánicos, dependiendo del estadio de su ciclo de vida en que se encuentren.
María de los Ángeles Liceaga Correa y Eduardo Amir Cuevas Flores, investigadores del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN), unidad Mérida, se han dedicado en los últimos años al estudio de tortugas marinas en México como parte del proyecto “Implementación de redes de observaciones oceanográficas (físicas, geoquímicas, ecológicas) para la generación de escenarios ante posibles contingencias relacionadas a la exploración y producción de hidrocarburos en aguas profundas del golfo de México”, que cuenta con el financiamiento del Fondo Sectorial Conacyt y la Secretaría de Energía (Sener) Hidrocarburos y es liderado por el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE).
De acuerdo con Liceaga Correa, coordinadora del Laboratorio de Percepción Remota del Cinvestav Mérida, los hábitats neríticos albergan hábitats críticos de las tortugas marinas para su alimentación, desarrollo y refugio, y los cuales varían dependiendo de los requerimientos ecológicos de cada especie, y pueden ser lagunas costeras, praderas de pastos marinos, áreas rocosas o de arrecife. “La pérdida o degradación de estos hábitats es una amenaza para las especies de tortugas marinas, al ser sitios fundamentales para completar su complejo ciclo de vida”, indicó.
Los hábitats pelágicos están constituidos por el sargazo (Sargassum spp.), es decir, especies de macroalgas de naturaleza pelágica que pertenecen a la división Phaeophyta, de gran interés ecológico y económico por las especies marinas que sustentan de forma directa e indirecta.
“Sus agregaciones contribuyen en procesos de conectividad tanto biológica como del flujo de energía en los golfos y mares —se trasladan por todo el mar—. Son hábitat esencial de peces que sostienen importantes pesquerías y a nosotros nos interesa porque es el hábitat crítico de especies en peligro de extinción y prioritarias para la conservación en México como son las tortugas marinas, que lo utilizan en su etapa temprana de desarrollo”, apuntó.
Monitoreo ambiental de las tortugas marinas
Como parte de la línea 2 “Línea base y monitoreo ambiental” del proyecto, los investigadores del Cinvestav tienen como objetivo identificar y delimitar sitios críticos de desarrollo oceánicos y costeros, de alimentación y de migración para cuatro especies de tortugas marinas en el golfo de México. “A través de este proyecto buscamos conservar las tortugas marinas que están en peligro de extinción a través de la conservación de sus hábitats”, señaló la investigadora.
Para lograr este propósito se adoptaron tres aproximaciones metodológicas que confluyen en una geodatabase con datos de diferente naturaleza para estas especies: datos del rastreo satelital de tortugas hembras postanidantes para localizar sus sitios críticos de reproducción, alimentación y migración; imágenes satelitales para identificar las grandes concentraciones de sargazo pelágico; y datos de conteo de individuos de tortugas marinas obtenidos en cruceros oceanográficos, con los que se estiman densidades de tortugas marinas en el mar.
“Todos estos datos nos servirán para realizar análisis espaciales; vamos a evaluar las interacciones con variables ambientales, identificar los hotspots de las tortugas marinas, que son estos hábitats de alimentación que ya encontramos, así como la vulnerabilidad de las tortugas en el golfo de México”, apuntó la investigadora.
Transmisores satelitales
Para realizar el rastreo satelital de tortugas hembras reproductoras, se adquirieron 90 transmisores satelitales de tres modelos distintos para colocarlos en igual número de individuos de cuatro de especies de tortugas marinas de caparazón duro, las cuales son la tortuga carey (Eretmochelys imbricata), tortuga blanca (Chelonia mydas), tortuga caguama (Caretta caretta) y tortuga lora (Lepidochelys kempii). Durante el 2016 se colocaron 75 transmisores, de los cuales 47 por ciento se colocó a tortugas blancas, 13 por ciento a caguamas, 13 a loras y 27 a tortugas carey; durante 2017 se colocarán los 15 transmisores restantes.
“Hicimos un mapa indicando dónde están las playas de anidación, desde Tamaulipas, que fue donde más trabajo nos costó, Veracruz, donde se encuentran las cuatro especies anidando en sus playas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo”, describió Liceaga Correa.
El protocolo de colocación de los transmisores considera y respeta la norma oficial mexicana NOM-162-SEMARNAT-2012 y se cuenta también con un Permiso de Colecta Científica otorgado por la Dirección General de Vida Silvestre de la misma secretaría. Esto se implementó para la colocación de transmisores en tortugas de 38 playas de anidación.
“En colaboración con organizaciones e instituciones que laboran en el monitoreo biológico de estas especies en las distintas playas de anidación donde trabajamos, se localizaron hembras de las especies que estábamos buscando, esperábamos que terminara de anidar y la capturábamos. Se utiliza una llanta para ponerla encima —para que estuviera cómoda porque es flexible y al mismo tiempo no pudiera moverse— y para tranquilizarla se le tapan los ojos”, indicó Eduardo Cuevas Flores, quien desde la realización de sus investigaciones de licenciatura hasta doctorado se dedica al estudio de tortugas marinas.
Posteriormente se eliminan los balanos, algas y arena del caparazón. El caparazón secreta una cera dado que es tejido vivo, por lo que para pegar el transmisor se debe dejar una superficie porosa donde se pueda utilizar el pegamento epóxico, similar al que se usa para pegar uñas falsas.
“Se procura que esté en la parte más alta porque las ondas de radio que utilizan solo funcionan fuera del agua, en el aire, entonces necesitamos que cuando la tortuga salga a respirar, la antena quede expuesta, así como los dos tornillos que hacen que se encienda y se apague el transmisor. Cuando está debajo del agua se mantiene apagado, no transmite y ahorra energía. Cuando sale a la superficie se corta ese circuito, queda seco, se enciende y empieza a emitir señales de satélite”, explicó.
Después de pegarse en el caparazón, se aplica una pintura especial para disminuir la adherencia de algas y balanos al transmisor que obstruyen los tornillos y dañen la antena. Una vez que el pegamento está seco, se espera a que la tortuga esté tranquila y se libera nuevamente al agua en el sitio donde fue capturada.
“El pegamento tiene una vida de aproximadamente un año, pero varía por especie. Cuando uno tiene suerte puede mantenerse hasta dos años, pero ya que el caparazón está secretando cera, usualmente se cae y no le queda nada encima a la tortuga. Ese es su ciclo de vida”, apuntó Cuevas Flores.
Existen publicaciones científicas que demuestran que este tipo de estudios no perjudica la vida normal de la tortuga ni compromete en ningún sentido su condición de salud física.
Mapas espaciales
Los transmisores satelitales funcionan con el servicio de transmisión de datos del sistema ARGOS, a través de su filial en América CLS, Inc. Un resumen de la historia de los datos colectados con estos transmisores se puede encontrar en su portal de Internet. Algunos de los individuos rastreados han emprendido viajes incluso transnacionales al término de su temporada de anidación, estableciéndose en zonas marinas de Cuba, Florida, Bahamas y Honduras, viaje que les toma tan solo unos pocos días.
“Ya que tenemos toda esa base de datos, nuestro interés es trasladarlos a mapas de distintos tipos donde estén todas las trayectorias juntas, por ejemplo, de densidad de las hembras postanidantes, de las partes donde hay más tortugas que pasan por el mismo espacio y también las trayectorias más unívocas. De esta manera, conocemos de manera espacial dónde migran, dónde se agregan, la riqueza específica en esas zonas y el número de individuos que utilizan un mismo espacio”, indicó Liceaga Correa.
En palabras de Eduardo Cuevas, las tortugas no respetan un mapa político ni fronteras entre países. Por ejemplo, algunos individuos pasan por Cuba, México y Estados Unidos y otros viajan por México, Cuba, Gran Caimán, Honduras hasta llegar a Nicaragua, lo que tiene diversas implicaciones en la conservación de estos animales y la gestión para su recuperación.
“En México puede haber gente que las protege toda la noche en la playa, pero existe la posibilidad que varios de los individuos que protegen durante las noches en las playas migrarán a países donde serán consumidas; así como en muchos otros países trabajan de forma ardua en la protección de tortugas en playa y migrarán a zonas marinas en México donde enfrentarán amenazas que pongan en riesgo su vida. Esta es la razón por la que se requiere estudiarlas a una escala geográfica amplia, en el caso de este proyecto a escala del golfo de México”, indicó el investigador.
Búsqueda de hotspots
La primera tortuga rastreada en este proyecto con un transmisor satelital fue liberada el 31 de marzo de 2016, pero los transmisores se siguieron colocando hasta septiembre del mismo año con el apoyo de un equipo de colaboradores de la península de Yucatán, Veracruz y Tamaulipas.
Actualmente se cuenta con una gran cantidad de información espacial al respecto y se continúan haciendo análisis. Alrededor de ocho transmisores siguen en funcionamiento hoy en día, y junto con los transmisores por colocar en este año 2017 se espera continuar con la recepción de datos hasta principios de 2019.
“Este método de transmisores nos permite tener mejor información sobre su comportamiento y distribución, a la vez que nos permite identificar hábitats críticos a lo largo del ciclo de vida de estas especies prioritarias para la conservación y que también son indicadoras del estado de salud y conservación de los ecosistemas marinos y costeros que ocupan”, señaló Liceaga Correa.
El siguiente paso consiste en el análisis de la información obtenida por estos transmisores para identificar los hotspots de alimentación de las tortugas marinas. “Una vez que conozcamos estos lugares vamos a ver qué es lo que hay abajo, qué están comiendo, cuáles son sus caminos y por qué los escogen”, describió la investigadora. Finalmente, toda esta información espacial será integrada junto con información de exposición a diversas fuentes de presión y amenazas a sus poblaciones y hábitats para la evaluación de la vulnerabilidad ecológica de las cuatro especies de tortugas marinas estudiadas.