Por Daphne Loannidis
La denominación de origen se transforma en un embajador más que promociona al país, sus productos y las distintas localidades donde éstos se produce.
Actualmente Chile cuenta con cerca de 118 mil hectáreas plantadas con viñas, desde Elqui a Osorno, donde se cultivan cerca de 50 variedades diferentes de vid vinífera, de las cuales el 75% corresponde a variedades tintas y el 25% a variedades blancas. En 2009 las exportaciones de vino alcanzaron los 112.8 millones de dólares, equivalentes a más de 66 mil litros de vino.
Las denominaciones de origen, más allá de ser un certificado de calidad para exportar, permite diversificar la producción y generar considerables diferencias en vinos de una misma cepa, producto del clima y suelo. La Ley de Denominación de Origen en Chile1 en relación con vinos fue formulada en 1995 y ha sufrido modificaciones en 2002 y 2005. Actualmente, se realizan gestiones para incorporar una nueva diferenciación a los valles y zonas ya establecidas, según la transversalidad ya que se observan diferencias de hasta cinco grados centígrados entre los sectores cordilleranos, centrales y costeros de un mismo valle, además de las diferencias en viento, presencia de niebla y especificidades propias que incidirán en la producción de vinos.
Contar con la Ley de Denominación de Origen no sólo le permite al consumidor final manejar información más precisa y completa del producto, sino que fomenta la organización de los productores, facilita el acceso a los mercados internacionales, mejora la promoción y calidad de oferta de vino, en este caso en particular, y establece un marco de protección.
La denominación de origen ha permitido entregar herramientas importantes para la diversificación a nivel nacional, contribuyendo con una mayor riqueza, estatus e identidad al vino chileno.
Para ejemplificar la importancia de las denominaciones de origen, se puede mencionar que las exportaciones de vinos con denominación de origen aumentaron en un 13.6% en 2006 con respecto al año anterior, en tanto que aquellos sin denominación de origen disminuyeron en un 17.8% para el mismo período. El objetivo es que a nivel internacional no sólo se conozca a Chile por su cultura y ubicación geográfica, sino también por sus valles vinícolas y se pueda de esta forma promover como un destino obligado para los paladares más exigentes, más específicamente como un paraíso para el enoturismo. De esta forma, la denominación de origen se transforma en un embajador más que promociona al país, sus productos y las distintas localidades donde éstos se producen.
De manera general se puede asociar una determinada zona geográfica para cada cepa, sin embargo no es una pauta a seguir y se han destacado notables excepciones, tales como un Cabernet Sauvignon de excelentes características producido en el valle del Limarí (cuando en principios debiera ser muy pesado y con alto grado alcohólico). La Ley de Denominación de Origen no limita el cultivo de una cepa determinada a uno o más valles, lo que le permite a los enólogos experimentar y desarrollar nuevos vinos.
Las regiones vitícolas y valles que identifica la ley de denominación de origen son los que a continuación se mencionan, vale la pena que prepare su agenda turística: