En la Facultad de Psicología-UNAM, especialistas trabajan en un proyecto de investigación enfocado a conocer los efectos de la privación en procesos cognitivos y emocionales.
“Específicamente nos interesa conocer qué efectos tiene el privar de la etapa de sueño con movimientos oculares rápidos (MOR), la cual ocupa más o menos 20 o 25% del tiempo que pasamos dormidos al día, es decir, cerca de una hora y media. En esta etapa del sueño se activan áreas cerebrales involucradas en el procesamiento de las emociones (sistema límbico)”, explica la doctora María Corsi Cabrera, líder de esta investigación.
Para dar respuesta a dicha interrogante, se tuvo la participación de personas voluntarias –sujetos sanos, normales, jóvenes y diestros– a quienes se les privó de esta etapa de sueño por una noche, para ello, primero pasaron por un periodo de adaptación a las condiciones del laboratorio; después, se verificó que su cantidad de sueño fuera normal y no tuvieran privaciones previas, para lo cual se realizaron también registros de sueño. Una vez hecho todo esto, se los monitoreó durante toda una noche, detectando cada vez que los sujetos entraban a esta etapa del sueño, momento en el que eran despertados, de tal forma que no tuvieran más de 4.5% de sueño MOR.
Antes y después de someter a los voluntarios a la privación del sueño MOR, realizaron una tarea que consistía en lo siguiente: “se les presentaba una serie de imágenes amenazantes; por ejemplo, un hombre apuntando con una pistola, y otras inocuas como un bebé o un conejo, si se sentían amenazados debían apretar un botón, mientras medíamos la actividad metabólica cerebral con resonancia magnética funcional, para saber cómo estaban respondiendo las áreas cerebrales al realizar esta tarea. Encontramos que incrementaron la reactividad emocional ante estímulos amenazantes negativos, lo mismo sucedió con la actividad metabólica cerebral en dos áreas, sobre todo en la corteza prefrontal izquierda, responsable de la toma de decisiones y en la corteza occipital, que es donde se procesan las imágenes visuales”, indica.
“La importancia de esta investigación radica en detectar estas modificaciones que ocurren cuando se altera el sueño, hoy en día tenemos una tendencia a restringir las horas de sueño; sin embargo, esto tiene repercusiones sobre la ejecución del día siguiente, en todas las esferas, tanto en la cognitiva como emocional, esto a su vez tiene impacto en la toma de decisiones, en nuestro comportamiento en el ámbito laboral, en las relaciones interpersonales y en el estado de ánimo. El problema es que las personas se llegan a adaptar al grado de sentir que no les afecta.
El tomar siestas es una buena medida que ayuda a aminorar los efectos de la falta de sueño. Tenemos todavía más interrogantes; por ejemplo, no se sabe qué pasaría si se extiende la falta de sueño MOR a muchas más noches, en eso radica el siguiente paso de nuestra investigación”, concluye Corsi Cabrera.
Fuente: Revista Ciencia y Desarrollo CONACYT