FUENTE: MARIANO CASTILLO, [email protected],https://www.facebook.com/
“No quiero creer.
Quiero saber”
-Carl Sagan
En su estado natural, el cerebro busca creer, es su postura por default. Simplemente creemos, es cómodo. Dudar o ser escéptico no lo es, nos genera conflicto y nos es incomodo, adoptar una actitud científica nos demanda más responsabilidad y por lo tanto más trabajo. Todos tendemos a creer, como el famoso póster de la serie The X-Files con la leyenda “I want to believe -… and so do you-“.
Somos primates que buscan patrones por naturaleza, entrelazamos acontecimientos todo el tiempo, conectamos A con B aun cuando en muchos de los casos no tienen relación alguna, es nuestro sistema de asociación y que no sólo se da en humanos, la mayoría de las especies cuentan con esta cualidad, lo vimos en el famoso perro del fisiólogo Pávlov que asociaba el sonido de la campana con comida y salivaba -de aquí el término psicológico Asociación Pavlovian- o los experimentos con palomas del psicólogo B.F. Skinner donde las palomas repetían el último movimiento antes de recibir alimento, ya sea dando vuelta para un lado y después para el otro asociando que esa fue la causa de la recompensa.
El psicólogo Michael Shermer acuñó el término Patternicity –patronicidad- que describe como: la tendencia a encontrar significado en circunstancias ordinarias, en español podría ser un sinónimo de apofenia1. Desde una perspectiva evolutiva, esta cualidad nos ha sido de mucha ayuda para la supervivencia, es un antiguo cableado que nos permite asociar dónde puede haber peligro, para nuestros ancestros era mejor asumir que si la hierva se movía, era probable que fuera un depredador y alejarse en vez de despreocupadamente asumir que era solo el aire y en cualquier momento convertirse en la comida de un tigre.
Dentro de este campo cerebral también se encuentra la pareidolia, la capacidad de reconocer patrones familiares en figuras o imágenes como una cara en una roca o la silueta de la virgen María en un pan tostado. El mismo propósito se repite, reconocer la silueta de algún depredador y alejarnos aunque en realidad no lo fuera sirvió para nuestra supervivencia. En recientes estudios donde al espectador se le mostraron varias imágenes de garabatos, los espectadores “veían” algo, su cerebro se esforzaba por encontrar incluso más de un patrón, el estudio concluyó que cuando a las personas se les ponía en una situación fuera de control, tendían a ver más de lo que había. De hecho, el conjunto de estas capacidades cerebrales son una de las teorías más aceptadas por psicólogos y antropólogos sobre el origen de las religiones.
Los significados que le han dado nuestros ancestros a fenómenos como el sol, tormentas, inundaciones, terremotos, son ahora nuestra herencia de dioses y seres sobrenaturales. La muerte del ser humano siempre ha sido un enigma durante la historia, es algo que nos pone en una postura fuera de control y ha sido motivo para darle un propósito y significado a nuestras vidas aún si no es en esta, en una próxima. Entendiendo nuestro cerebro nos proporcionará mejor visión de nuestras perspectivas y de cómo vemos el mundo, nos hará más críticos y menos vulnerables al autoengaño.
- Término emitido por Klaus Conrad (1959) “Visión sin motivos de conexiones” acompañada de “experiencias concretas de dar sentido anormalmente a lo que no lo tiene”.