AUTOR: Marytere Narváez
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT
Mérida, Yucatán. (Agencia Informativa Conacyt).- Emilio Sacristán Rock es investigador, inventor y emprendedor en el campo de la tecnología médica. Actualmente, se desempeña como director del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M) de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa, y es miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). En el marco del Congreso de Ingeniería e Innovación 2016 organizado por la Universidad Modelo en la ciudad de Mérida, el investigador compartió con la Agencia Informativa Conacyt su experiencia de formación y las necesidades que observa en el desarrollo tecnológico del país.
Sacristán Rock se formó como ingeniero biomédico en Estados Unidos y empezó a trabajar en proyectos de desarrollo tecnológico durante el posgrado. “Mi primera experiencia fue una startup que había salido de la universidad, la cual me dio una beca para hacer estudios en ese campo, y me financió mi investigación como parte del desarrollo de esa misma empresa. Desde el posgrado me tocó la oportunidad de ver cómo se desarrollan estas startups y empresas que nacen en la universidad. Creo que es algo que ha fallado en la estrategia nacional y debería fortalecerse, no solo se debe ver la empresa que ya existe, sino la empresa que se está creando”.
Con una beca de repatriación de Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Sacristán Rock regresó a México para sacar adelante sus proyectos, contando ya con algunas patentes. En México encontró ideas de productos tecnológicos de gran utilidad, pero que no contaban con los mecanismos necesarios para obtener las patentes, crear las empresas y transferir el conocimiento. “Esto me frustró porque yo quería ser más académico que empresario, pero vi que si no empezaba yo, no había nadie que lo estuviera haciendo, y de esta manera empecé a crear un organismo que recupere todas estas ideas, las filtre y apoye las mejores”.
Entre las problemáticas iniciales que se presentaron para el investigador, la más fundamental fue la contradicción entre falta de fondos de la universidad pública y la necesidad de inversión de la iniciativa privada, pues mientras que una no podía participar en proyectos con fines de lucro, la otra no podía participar sin obtener una ganancia con ello. “Las universidades están llenas de buenos proyectos, pero no hay mecanismos para sacarlos adelante. Por una parte, falta cubrir el desarrollo de la tecnología por parte de las universidades y, por otra, cubrir el desarrollo de producto, mercado y venta a través de las microempresas”.
Para el investigador, uno de los avances significativos en esta materia ha sido la reforma a la Ley de Ciencia y Tecnología en México del Conacyt. Sin embargo, una limitación actual de la universidad pública es que únicamente licencia las tecnologías que desarrolla, pero esta licencia no se puede vender a un tercero. Al no poder tener propiedad sobre una tecnología, la iniciativa privada no puede inyectar inversión debido a que no representa un activo que pueda venderse, y esta es una de las principales dificultades para la innovación.
Innovamédica y el CI3M
En el 2000, Sacristán Rock participó como socio fundador y director general en la creación de Innovamédica, una fábrica de patentes de equipo médico que cuenta con una infraestructura básica de especialistas en la industria de diseño y desarrollo de prototipos.
“En Innovamédica toman la idea de un profesor, un alumno, un científico, y la convierten en un producto vendible, así como también generan patentes que están siendo solicitadas en el mercado; es un tipo de incubadora de patentes y ha sido un éxito, pues terminamos invirtiendo más de 100 millones de pesos en proyectos de desarrollo y sacamos más de 25 patentes”.
laboratorio nacional del Conacyt a partir de 2007.
Como parte de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Sacristán Rock impulsó la creación del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica, que fue constituido como“Lo que queremos es ser el puente que ayude a las universidades a trasladar el conocimiento hacia las empresas, es decir, la universidad crea conocimiento, la empresa comercializa los productos, y en algún momento debe haber un intercambio y, en particular, una de las complicaciones en el campo médico es que el producto tiene que pasar por toda clase de evaluaciones y certificaciones, pruebas en animales, pruebas en humanos, y es un proceso que toma años y millones de dólares”.
El CI3M crea alrededor de tres empresas al año, y entre tres y seis patentes. En el último periodo, han impulsado el desarrollo de Nefrored, especializada en productos para termodiálisis, y patentes para Viritec en instrumentos quirúrgicos para cirugía obstétrica. Actualmente colaboran con la empresa MREDTEC Tecnología.
Primer corazón artificial mexicano
Con el apoyo de Conacyt, el investigador encabezó el proyecto de creación del primer corazón artificial mexicano, conocido como Vitacor UVAD (universal ventricular assist device). “La idea era crear una alternativa que fuera diferente de otros tipos de corazones artificiales que se han desarrollado, que resolviera el problema particular. En la falla cardiaca, el corazón del paciente está muerto, no puede bombear y no hay solución para ello, pues no es posible hacer un trasplante de emergencia, sino que se tiene que programar y el paciente tiene que estar listo para ello. Una de las soluciones era un corazón artificial, pero una de las cosas que hemos aprendido con los primeros corazones artificiales fue que cuando te extraen el corazón natural y te ponen el mecánico hay muchas limitantes. Nosotros nos fuimos por una asistencia, es decir, un segundo corazón que descarga el corazón natural, y la idea es que permita que el corazón natural se recupere y sane”.
Vitacor UVAD otorga un margen de tiempo más amplio para decidir entre optar por una recuperación o un trasplante cuando es necesario. Por otra parte, la importancia de que fuera de un costo menor de los que ya existen en el mercado fue la base para su diseño “universal”, es decir, que funciona para todas las aplicaciones de soporte médico.
Antes de este desarrollo, los fabricantes de este campo, que son unos pocos, habían diseñado aparatos para aplicaciones muy específicas que no funcionaban para padecimientos fuera de su especialidad, por lo que el paciente debía cambiar el dispositivo de acuerdo con ello, aunado al hecho de que cada dispositivo era de un volumen muy pequeño que los hacía de costos muy elevados.
“Nosotros nos propusimos hacer un solo sistema que con distintos accesorios sirve para todo; se puede implantar en cualquier lado, acortar, alargar, agregar accesorios y sirve para todas las aplicaciones; tiene más volumen y permite reducir los costos de manera significativa porque amplía el mercado y esa fue una de las novedades. Se trataba no de diseñar el mejor, sino uno bueno y barato que sirviera para todo, es como el Volkswagen de los corazones artificiales en lugar del Ferrari, esa es un poco la filosofía del proyecto”.
La creación del corazón artificial mexicano inició a partir de la alianza entre la empresa patrocinadora Vitalmex e Innovamédica, y requirió de la colaboración de más de 65 investigadores de diversas disciplinas científicas, entre los que se encontraban físicos, químicos, matemáticos, ingenieros industriales, ingenieros mecánicos, en electrónica, en computación, en biomedicina y expertos en manufactura de 10 instituciones, entre las que destacan la UAM Iztapalapa, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Nacional de Cardiología y el Texas Heart Institute.
Para llegar al primer implante en seres humanos, se requirió una inversión de más de 100 millones de pesos, y desde entonces se han invertido en el proyecto alrededor de 100 millones de pesos más. En palabras del investigador, los tiempos de desarrollo son largos. Vitacor UVAD necesitó 11 años para realizar el concepto del primer implante en un ser humano. Actualmente ya se implementa en humanos bajo consentimiento informado, pero se espera la autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) para su uso comercial.
“Lo bueno es que el proyecto era ambicioso y eso nos permitió lograrlo. En México, no somos buenos en equipo, somos buenos individuales, y solo cuando tienes algo muy grande y muy atractivo los mexicanos aprendemos a jugar en equipo. Necesitamos crear más proyectos de este tipo para que sean el ejemplo, para que veamos que sí se puede hacer proyectos grandes multiinstitucionales y multidisciplinarios que son los que permiten realmente hacer cosas interesantes”.
Emilio Sacristán Rock es autor de más de 40 publicaciones científicas y 12 patentes internacionales. Algunos de sus nombramientos destacables son:
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