Fuente: ANTIMIO CRUZ BUSTAMANTE, Reportero de Ciencia, Tecnología e Innovación, Revista Digital Mi Patente, [email protected], www.mipatente.com
Estudiantes y profesores de nivel medio superior del Instituto Politécnico Nacional (IPN) crearon una nueva tecnología que permite a personas con parálisis encender aparatos eléctricos; desplazar sillas de ruedas; acomodar camas de hospital reclinables y mandar mensajes por teléfono celular, por medio de soplar en un popote adaptado a estas tecnologías.
Cuando una persona sopla, genera viento que se desplaza entre 7 y 12 kilómetros por hora. Esa energía fue aprovechada por el equipo de estudiantes y profesores del Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyT) número 12 que crearon esta tecnología, explicaron que su innovación usa energía eólico-bucal, se llama Tecno-Ik y está en proceso de registro de propiedad intelectual.
El nombre Tecno-Ik, construido de la palabra en español Tecnología y de la palabra maya Ik, que significa viento.
En la primera versión de esta tecnología, un tubo, comparable con un popote, contiene unos sensores de fuerza que transmiten una señal eléctrica a un dispositivo que modula la energía eléctrica y la puede transformar en una señal inalámbrica similar a la que emite un control remoto de televisión. Esa señal se codifica de diferente manera para interactuar con diferentes aparatos.
Una siguiente versión de esta tecnología podría tener forma de una armónica, en la que se pudiera soplar en diferentes orificios para activar diferentes instrumentos.
Educación tecnológica
Los CECyT son las escuelas de nivel medio superior, del IPN, conocidas anteriormente como Vocacionales o Vocas. Esto significa que sus programas son equivalentes a un bachillerato o a una carrera técnica y sus alumnos pueden egresar con un título profesional. La tecnología eólico-bucal fue desarrollada como parte de un proyecto de titulación.
“Aquí en el CECyT 12 desde el tercer semestre estudiamos la posibilidad de titularnos a través de un proyecto que cubra alguna necesidad de la sociedad y en este caso nos propusimos hacer algo para ayudar a que tengan mejor calidad de vida personas con capacidades diferentes debido a una parálisis”, explicó Perla Chávez Barbosa, quien desarrolló el proyecto junto con sus compañeros Mitzi Rodríguez Orozco, Luis Héctor Rodríguez Rojas y ahora han incorporado a otra estudiante de la siguiente generación Ana Karen Roldán Morales.
El proyecto fue germinando gracias a las preguntas y retos que les ponían los profesores Raffaella Macías Montoy, Jorge Florencia Lemus y Gabriela Santillán Macías, quienes les ayudaron a enfocar su esfuerzo en un problema y posibles soluciones a través de asesorías en metodología y electrónica.
“Cerca de este CECyT tenemos el Hospital La Raza, donde hay muchas personas con necesidades especiales debido a enfermedades o accidentes. Así fue como los estudiantes identificaron el gran problema que implicaba no poder moverse. Entonces, nosotros les preguntábamos qué necesidades podría tener una persona inmovilizada y ellos encontraron la necesidad pedir alimento, cambiar de posición o informar que tienen dolor. Así enfocamos los conocimientos técnicos que impartíamos en el aula a elaborar la solución que hoy tenemos”, indicó el profesor Jorge Florencia.
En uno de los primeros ejercicios la tecnología politécnica servía para hacer sonar un timbre, como el que tienen junto a su cama las personas internadas en hospitales, pero en lugar de presionar un botón se usaba la fuerza del soplo de una persona. Posteriormente la tecnología se usó para encender un juguete electrónico con forma de oso de peluche con luces y sonido; más adelante lo probaron con una lámpara, luego un ventilador, un horno de microondas, un teléfono celular, una silla de ruedas y una cama de hospital.
“La solución tecnológica consiste en transformar la fuerza física del viento en una señal electrónica. Para esto, los estudiantes tuvieron que conocer primero lo que es la escala de Beaufort para calcular la velocidad del viento, la cual va desde una escala cero o ambiente con calma, en el que una columna de humo se puede elevar en vertical, sin alteraciones, hasta la escala 12 que es la de los huracanes con vientos superiores a los 64 nudos o más de 120 kilómetros por hora. En este caso, determinamos que la fuerza de un soplo humano es de 2 a 4 nudos, es decir entre 7.3 y 12 kilómetros por hora”, detalló la ingeniero Gabriela Santillán Macías, asesora técnica de los estudiantes.
Mitzi Rodríguez expuso que antes de poner manos a la obra tuvieron que estudiar bastantes conceptos como la diferencia entre corriente alterna, corriente directa, relevadores, además de la citada escala de Beaufort y bastante metodología. Eso los llevó a desarrollar los tres componentes generales de su trabajo: sensores eólicos, comando central y adaptadores de salida.
“Cuando el instrumento se pone en marcha con la fuerza del soplo, es posible escuchar un sonido como el de dos láminas pequeñas que se están golpeando. Ese es el sonido de los relevadores o pequeños dispositivos que están convirtiendo la electricidad en señal”, dice Rodríguez Orozco.
La profesora Raffaella Macías Montoy explicó que este proyecto ya se ha convertido en un esfuerzo transgeneracional.
“Es un proyecto no concluyente porque ya sirvió para la titulación de quienes lo iniciaron pero ahora siguen trabajando en mejorarlo y también está sirviendo para que se puedan titular otras generaciones de estudiantes del CECyT12”, indicó la profesora Macías Montoy.