Por: Jorge Molet
Utilizando determinadas plataformas y sitios web damos a conocer en todo momento nuestra localización, lo que nos expone a un posible robo domiciliario.
Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. Edmund Burke.
Los geolocalizadores son la aplicación de mayor relevancia en estos días, al grado que diversos dispositivos móviles los contienen preinstalados, con lo cual se puede ubicar en forma inmediata al usuario del dispositivo, no importando si está estático o en movimiento.
De hecho, las extraordinarias aplicaciones que hoy se comercializan y se adquieren con gran facilidad en un iPhone o en una iPad, al ser instalados en los dispositivos solicitan en automático establecer contacto para determinar la ubicación del usuario, lo que sirve a las compañías para establecer parámetros de preferencia y desarrollar la famosa “segmentación por comportamiento” (behavioral targeting) en forma extraordinaria.
Plataformas ya conocidas como Twitter, Gowalla, Brightkite y Facebook también lo están implementando; éstas se complementan con FourSquare, programa con el cual el usuario gana puntos por cada check-in que hace en un establecimiento o evento en tiempo real, y opina bien o mal sobre el mismo.
Con la información que dejamos en estos sitios damos a conocer en todo momento nuestra localización, y con apoyo de las fotos y videos que subimos a la red y los comentarios que hacemos en el transcurso del día, es posible que casi cualquier persona sepa en donde vivimos, en donde estamos, nuestra rutina y a veces lo más importante: si estamos o no en casa.
En estas fechas, en México vivimos una situación crítica: la lucha entre cárteles del narcotráfico nos distrae al grado de no poner suficiente atención en el hecho de que la inseguridad no disminuye y la existencia de geolocalizadores será una herramienta muy útil para la delincuencia organizada.
Y más preocupante se vuelve la situación cuando sabemos que en la mayoría de las ocasiones, los dispositivos móviles no cuentan con los programas de seguridad suficientes para garantizar la protección del usuario, lo que ha provocado que piratas informáticos (hackers) obtengan información de los dispositivos, con lo cual tienen acceso a nuestra ubicación inmediata.
En algunos países de Latinoamérica, esta información está protegida por la regulación de “habeas data” o protección de datos personales en posesión de particulares, materia relativamente joven en el continente y que, a mi manera de ver, haría responsable a las empresas prestadoras de estos servicios que tratan los datos personales de los usuarios, tales como su nombre y localización.
Mientras que esto sucede, esta información constituye una herramienta sumamente útil para la delincuencia organizada.
Existen algunas iniciativas en pro de la conciencia de esta situación, como lo es el sitio web pleaserobme.com y que, parece, va por buen camino. En México existen algunas iniciativas en este sentido, tales como navegaprotegido.org, una iniciativa de Microsoft para la protección de los internautas, principalmente menores de edad que hacen uso de la web, pero es necesario que las mismas se desarrollen con fuerza en toda Latinoamérica, en donde es bien sabido que el uso de Internet tiene un crecimiento exponencial, crecimiento similar al que tiene la ciberdelincuencia organizada.