Autor: ANTIMIO CRUZ BUSTAMANTE, Reportero de Ciencia, Tecnología e Innovación, Revista Digital Mi Patente, [email protected], www.mipatente.com
“El amor es inteligente. El egoísmo es tonto”. Si el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico no se reflejan en bienestar para las personas, solamente son un ejercicio de vanidad intelectual. Así lo entendió la biotecnóloga mexicana Laura Grecia Fuentes Ponce, fundadora de empresas de base tecnológica e impulsora del proyecto de desarrollo social llamado “Molecular farming” o Granjas moleculares, que germina en el centro del país.
Este proyecto que está en sus inicios, pretende utilizar la capacidad transformadora de grupos o consorcios de microorganismos para obtener nutrientes, a partir de desechos agrícolas. Así producirán harinas de alto valor nutrimental.
Las bacterias y otras formas de vida microscópicas trabajarán en contenedores que no son más grandes que cubetas de pintura y pueden ser instaladas en traspatios o en pequeños espacios domésticos, del mismo modo que antes se tenía una pequeña área para criar pollos o conejos que generaban proteína para los hogares rurales.
Parte de la harina con proteínas que generaran las granjas moleculares será consumida por las familias que la producen y otra parte puede ser reunida en cooperativas y vendida en volúmenes mayores. El proyecto tiene como principio desarrollar un modelo de negocio sustentable de producción de alimentos, a través de una cubeta que puede ser adoptada por muchas comunidades rurales de alta marginalidad.
“Con los avances que existen en biotecnología y otras áreas de apoyo se podría obtener proteína. Además, esta proteína podría ser comercializada por las mujeres rurales y utilizada en diferentes complementos a la dieta, como los que buscan los atletas que consumen barras nutritivas, harinas para licuados e incluso cereales que cuenten con un poco más de proteína”, explica Fuentes Ponce, quien en 2015 fue coordinadora del Club de Spin-offs o nuevas empresas de base tecnológica del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBt-UNAM). También es fundadora y presidenta de la empresa ALNUBIO, que comercializa harinas nutrimentales marca Camori y Camorina.
“El amor es inteligente. El egoísmo es tonto”. Estas palabras fueron pronunciadas, en 1959, por uno de los más importantes pensadores del siglo XX; el matemático, filósofo y científico social británico Bertrand Russell, el día que cumplió 87 años y fue entrevistado por la cadena de radio y televisión BBC.
En aquel aniversario, la BBC preguntó a Russel sobre el legado que dejaría a la humanidad. “Si esta entrevista pudiera ser vista por personas que vivirán dentro de mil años, ¿Qué mensaje les daría sobre lo que aprendió usted en este tiempo que hoy vivimos?”.
Russell, autor del libro Principia matemática y padre de las ideas de la inteligencia artificial y el cómputo, dijo que el ser humano debe aprender a tomar decisiones basadas en la evidencia y en la contundencia de los hechos, como los que aporta la ciencia. Pero también dijo que el ser humano debe comprender que, en un mundo donde cada vez dependemos más unos de otros, “tenemos que aprender a vivir juntos y no a morir juntos. Debemos aprender a tener más caridad y compasión hacia los otros, porque eso es esencial para la supervivencia de la especie humana, como la conocemos”
Ciencia, tecnología y ética son tres campos de la actividad humana que ha buscado conjugar en su trabajo la mexicana Laura Grecia Fuentes, científica originaria del Valle de Chalco, Estado de México, quien confiesa ser una de las niñas que se enamoró de la ciencia gracias a unos laboratorios de juguete marca “Mi Alegría”. Actualmente, ella es Ingeniera Bioquímica egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (UAM-I) y con posgrado en el Instituto de Biotecnología de la UNAM.
Con el proyecto Molecular farming, que en marzo representó a México en la competencia internacional Hult Prize 2018 de iniciativas tecnológicas de alto impacto social, Fuentes Ponce y un grupo de estudiantes de la UAM, en sus primeras pruebas de laboratorio, demuestran que dicho proyecto podría ser viable, aunque aseguran que hace falta mucha más investigación, apoyo e inversión. Es proyecto puede ser viable a nivel doméstico, un sistema de granja molecular a partir de microorganismos capaces de reducir de manera drástica el consumo de energía y agua en la producción de nutrientes y alimentos, con la idea de lograr un modelo de negocio.
El proyecto fue reconocido por su relevancia pues actualmente ya no es sustentable considerar las prácticas tradicionales de cosecha y ganadería, debido a que en México 40 por ciento de los comestibles son cultivados por pequeños productores y cuatro de los cinco millones son agricultores familiares, por lo que el modelo de cooperativa es sumamente adecuado.
Biotecnología vs pobreza
“Para tomar decisiones hay que basarse en los hechos. No en lo que nosotros queremos o creemos ver”, decía el matemático británico Bertrand Russell. Y en el caso de la sociedad mexicana, los hechos indican que la pobreza y la desigualdad son dos problemas graves sobre los que hay que tomar decisiones y en los que la ciencia puede servir de palanca de desarrollo.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de México, reportó en 2016 que poco más de la mitad de la población vive en pobreza moderada y extrema. Esto significa que 63 millones de mexicanos tienen dificultades para acceder a satisfactores básicos como alimentos, agua potable y vivienda; es decir que 25 millones de personas no saben qué comerán una semana después de ser consultados.
Para ayudar a contender contra estos rezagos, y apoyados en conocimientos y evidencia científica, Laura Grecia Fuentes Ponce, junto con los estudiantes de la UAM-I José Ángel García, alumno de la licenciatura en Química; Luz Adriana López Arvizu y José Luis Reyes Cortés, doctorantes en Biotecnología, desarrollaron las Granjas moleculares.
“Nosotros desarrollamos un primer prototipo de cubeta de producción en la que es posible producir proteína de bajo peso molecular”, explicó Grecia Fuentes. “Esta cubeta utiliza, en lugar de tierra, un sustrato que pueden ser residuos agroindustriales, como rastrojo de maíz, bagazo de caña, desperdicio de trigo, hay un sinfín” La idea fundamental es probar primero el modelo de negocio y la aceptación del mercado y después seguir invirtiendo mucho más en investigación y desarrollo.
Otro de los coautores del desarrollo biotecnológico, José Luis Reyes, explicó que el sistema consiste en una cubeta de 20 litros, como aquellas en las que se vende pintura, dentro de la cual se coloca una estructura que sostiene un conjunto de charolas. Esos soportes serán el lugar donde se va a hacer crecer un conjunto de microorganismos en un tipo de fermentación llamada sólida, que transforman los desechos agrícolas en harinas comestibles.
La cubeta tiene un sensor de humedad y temperatura ya que es muy importante controlarlos. Además, se capta luz solar para poder mantener la temperatura controlada del bioproceso, esto último aún tiene muchas complicaciones ya que mantener el calor al interior de la cubeta únicamente con la energía del sol, resulta insuficiente.
Con este paquete o kit biotecnológico Molecular farming busca apoyar a mujeres de comunidades rurales a generar proteína para autoconsumo y venta. Esa proteína podría usarse como ingrediente para cocinar galletas, panes o para ser consumida en forma de licuados.
“Lo que tienen que hacer ellas es humedecer el sustrato en el que está el microorganismo para que tenga agua, luego ponerlo en las charolas, esparcirlo en cada una de las charolas que tiene la cubeta, luego cerrarlo y monitorearlo. Después de un periodo de tiempo que se indica a las mujeres que tienen este sistema se extrae el sustrato en el que vivieron las bacterias; se pone a secar, se muele y así se obtiene el producto de interés. Existen diferentes resultados, de acuerdo con el sustrato que se haya elegido para cultivar las bacterias, por ejemplo, en el caso del trigo pues ya per sé es nutritivo, pero después de agregar estos microorganismos, el objetivo es que resulte más más nutritivo”, explica Fuentes Ponce.
En las granjas microbiológicas los consorcios de bacterias transforman otras moléculas que hubieran terminado en la basura y entregan nutrientes, a partir de materia prima mínima.
“Queremos enfocarnos en la obtención de proteínas similares a las de la carne que son significativas para la formación de músculo”, aunque para ello falte mucha investigación y trabajo explicó José Luis Reyes.
De la mente al mercado
“El amor es inteligente. El egoísmo es tonto”. Si el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico no se reflejan en bienestar para las personas, solamente son un ejercicio de vanidad intelectual.
El equipo de la UAM que creó el proyecto Molecular farming se planteó un segundo objetivo, adicional a la producción de harinas con proteína apta para consumo humano, por medio de bacterias.
Los cuatro científicos mexicanos, dos mujeres y dos hombres, prueban un modelo para comercialización del producto final, para otorgar una ganancia a las mujeres que lo fabriquen pues, como explica Luz Adriana López Arvizu, uno de cada nueve habitantes del planeta carece de sustento suficiente para sobrevivir, de acuerdo con reportes del Banco Mundial, en tanto que en América Latina y el Caribe alrededor de 75 millones de hombres y mujeres viven en pobreza, la mitad de ellos en México y Brasil.
Para poder convertir la idea de las granjas moleculares en una empresa, el grupo de biotecnólogos se ha nutrido con la experiencia que Grecia Fuentes adquirió al fundar la empresa ALNUBIO, que produce harinas contra la desnutrición y otros padecimientos como la celiaquía, a partir del aprovechamiento del camote naranja, que era un producto desperdiciado en el país pero con grandes capacidades nutricionales. Uno de los productos ya consolidados de la compañía ALNUBIO es un polvo para hornear a base principalmente de vegetales llamado Camorina, libre de gluten, así como harina extraída del garbanzo y del camote, que se venden en el centro del país.
Con este modelo de negocios base, los creadores de las Granjas moleculares compitieron en el concurso internacional HultPrize 2018, que apoya a científicos emprendedores que buscan cambiar positivamente la vida de los grupos más vulnerables de la sociedad. Los mexicanos fueron ganadores de la fase nacional y representaron al país en la semifinal, en San Francisco, California, donde establecieron vínculos con empresarios de Estados Unidos, interesados en formar parte de Molecular farming.
Este año, el certamen internacional HultPrize tuvo como tema central “La Energía como motor para transformar la vida de 10 millones de personas”.
“Esta propuesta de sentido social está enfocada a mujeres, en particular madres solteras que podrían acceder a una forma de trabajo digno que a la vez garantice la nutrición de ella y sus hijos”, explicó Grecia Fuentes, quien añadió que buscan tejer un sistema de cooperativas en que las mujeres puedan concentrar el producto que producen, cada una, en sus hogares y así puedan obtener una ganancia en dinero, además de las harinas para autoconsumo.
“Nosotros nos consideramos científicos preocupados por el bienestar social y sabemos que con la aplicación de biotecnología podemos impactar la vida de millones de personas” subrayó Fuentes Ponce.
“El amor es sabio. El egoísmo es tonto”, dijo en 1959 el matemático Bertrand Russell cuando le preguntaron qué mensaje le enviaría a personas que vivirán dentro de mil años y dijo que, al cumplir 87 años de edad, le gustaría dar un mensaje que fuera intelectual, pero también moral.