Guadalajara, Jalisco. (Agencia Informativa Conacyt).- El primer electrocardiograma enviado a la Tierra desde la órbita lunar fue interpretado por el doctor mexicano Ramiro Iglesias Leal. Este suceso, ocurrido en 1968, ayudaría a consolidar una rama naciente de la medicina convencional: la medicina espacial.
A sus más de 90 años, el investigador se mantiene vigente y es un activo y referente de la medicina espacial y aeronáutica dentro y fuera del país. Hace unas semanas, participó en el II Congreso Mexicano de Medicina Espacial y en el 67 Congreso Internacional de Aeronáutica (IAC, por sus siglas en inglés), ambos realizados en Guadalajara, Jalisco.
El doctor Ramiro Iglesias Leal es uno de los investigadores mexicanos con mayor reconocimiento a nivel mundial, esto por las aportaciones que ha dado al campo de la medicina espacial. Más de una docena de países han sido testigos del trabajo del científico, a través de las conferencias, seminarios y capacitaciones que el investigador ha impartido en lugares como Rusia, Brasil, Canadá, España, Alemania, Chipre, Líbano, Ecuador, Colombia, Uruguay, Argentina, Filipinas, Costa Rica, Estados Unidos y, por supuesto, México.
Originario de Camargo, Tamaulipas, el joven Iglesias Leal partió rumbo a la Ciudad de México, lugar donde ingresaría a la vocacional del Instituto Politécnico Nacional (IPN), para luego terminar sus estudios universitarios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde egresó como médico cirujano.
Respecto a su educación media superior y superior, el investigador señaló que su corazón pertenece a ambas instituciones por partes iguales, a pesar de la rivalidad que caracteriza a estas casas de estudio. “Quiero por igual a las dos instituciones, ambas con grandes virtudes, avances y también defectos que poco a poco se han venido subsanando”, afirmó.
Al terminar sus estudios universitarios, retomó un sueño que desde la niñez había tenido: conocer un país europeo. Recuerda que la música de fondo de noticias que escuchó alguna vez en la radio hacia los finales de la II Guerra Mundial le generó un gran interés por conocer Francia, lugar que se convertiría en su hogar durante sus estudios de medicina interna, en los hospitales de la Universidad de París.
Dos años más tarde, inició sus estudios de cardiología en el Instituto de Cardiología de Londres, Inglaterra, siempre apoyado por becas y patrocinios. Sin embargo, al regresar a México se enlistó en el Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez para hacer nuevamente su especialidad.
El destino marcó el camino
El doctor afirmó que no fue decisión de él, sino más bien del destino, el hecho de dedicar su vida a la medicina espacial y aeronáutica. Cuando el mexicano estudiaba medicina interna en Francia, se le hizo una invitación para un curso de medicina y fisiología por parte de la Universidad de París. Sin embargo, la prioridad para el joven era convertirse en cardiólogo, por lo cual rehusó la oportunidad.
Al terminar un año de estudio en Londres, la Clínica Mayo, ubicada en Minnesota, Estados Unidos, le ofreció un lugar para ejercer la fisiología cardiopulmonar, invitación que nuevamente declinó. La Clínica Mayo desde entonces ha sido un socio estratégico para la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y ha sido la encargada, entre otros proyectos, de hacer la valoración médica final para los tripulantes de varias misiones espaciales.
“Al mismo tiempo, el Instituto Nacional de Cardiología me ofrecía un lugar; como yo quería ser médico clínico y enfrentarme a la enfermedad, me decidí por mi patria”, recordó el consumado investigador.
Recién terminados sus estudios de especialidad en México, una tercera oportunidad tocó a su puerta. En 1966, la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA) lo invitó a tomar un curso de medicina aeronáutica en Estados Unidos, aprovechando que el joven médico dominaba tanto el inglés como el francés y contaba con una especialidad en cardiología.
“Esa oportunidad no la dejé ir. El destino tocó tres veces a mi puerta y me dijo: es por aquí. Pero yo no supe que iba a ser parte del grupo que participara en la selección de los primeros siete astronautas”, dijo.
La anécdota que cambió el mundo de la medicina
La misión Apolo 8, lanzada al espacio el 21 de diciembre de 1968, marcó un hito en la carrera del doctor Iglesias Leal, que incluso lo haría ser catalogado como un pionero de la cardiología espacial y de la medicina a distancia, es decir, telemedicina.
Tras terminar su preparación en medicina espacial impartida por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y la NASA, fue invitado a formar parte del equipo de control médico de los vuelos del Programa Apolo como médico responsable de cardiología.
Esta, la segunda misión tripulada del Programa Apolo, fue el primer vuelo dirigido a la órbita lunar. A las 11:20 horas del 24 de diciembre de aquel año, el doctor Iglesias Leal recibió la lectura del primer electrocardiograma desde la órbita lunar, que monitoreaba los signos vitales del astronauta William Anders, a más de 386 mil kilómetros de distancia de la Tierra.
“Fue un trazo tan perfecto… mejor del que hacemos en el consultorio o el hospital”, recordó el investigador.
Autor
Iglesias Leal es autor de los libros Cardiología aeroespacial y La ruta hacia el hombre cósmico, este último reconocido por la Academia Internacional de Astronáutica como la mejor obra de literatura sobre “Ciencias de la Vida en el Espacio” en 2002.
“En esta obra yo desarrollo una tesis científica de la evolución humana en el espacio. La tesis es que el ser humano que se geste, nazca y se desarrolle en alguna de las comunidades espaciales del siglo XXI, y en ausencia de gravedad, va a ser una nueva variedad del Homo sapiens: el hombre cósmico”, afirmó.
A estas dos obras se suman numerosas publicaciones en revistas nacionales e internacionales, así como colaboraciones con científicos de distintas nacionalidades en libros relacionados con el campo de la medicina espacial.
Aunque el científico se dice satisfecho con su vida laboral y académica, reconoce que estos éxitos vinieron con un costo alto. “Como todo aquel que se compromete en un terreno de la actividad humana, se tiene que sacrificar parte de la vida familiar, del ingreso económico, esfuerzo físico y de la vida en general”, señaló.
De los cuatro hijos que tiene, no estuvo presente en el nacimiento de dos de ellos ya que se encontraba en el extranjero tomando cursos de medicina espacial. Años más tarde, la misma situación se dio cuando nació su nieta, mientras se encontraba en Rusia para una estancia de actualización en la agencia espacial de aquel país.
Un mensaje a las nuevas generaciones
El científico es fiel creyente de la importancia de las nuevas generaciones, a quienes recomienda desde las edades más tempranas adentrarse a las ciencias espaciales, ya que en esta área es donde se gesta la mayor parte del conocimiento científico y tecnológico.
Por ello, ha impartido cátedra en la Escuela Superior de Medicina del IPN y en la Facultad de Medicina de la UNAM, donde además participa como divulgador de la ciencia en cursos que ofrece la universidad. Es también asesor de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) en temas relacionados con la investigación.
El próximo 30 de noviembre marca su natalicio 91. “Aún no se qué haré. Estoy contento, satisfecho en un grado no cabal porque siempre quedan cosas pendientes, pero satisfecho con la vida y con el ser supremo que me ha permitido vivir algo más de nueve décadas. No cambiaría nada”, concluyó.
Ha ocupado la vicepresidencia de la Asociación de Medicina Aeroespacial de los Estados Unidos, la presidencia de la Sociedad Mexicana de Medicina Aeroespacial y fue presidente fundador de la Asociación Mexicana de Medicina Aeroespacial y de la Sociedad Mexicana de Ciencias de la Vida en el Espacio, actualmente la Sociedad Mexicana de Astrobiología (Soma).
Asimismo, se ha desempeñado como subdirector del Hospital de Cardiología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), director del Centro Nacional de Medicina de Aviación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y jefe de los servicios médicos de la Compañía Mexicana de Aviación, entre otros puestos.
Forma parte además de la Sociedad Mexicana de Cardiología, del Consejo Mexicano de Cardiología y de la Sociedad Planetaria de Estados Unidos.
En 1994, un Jardín de Niños ubicado en Camargo y el Colegio de Bachilleres de Ciudad Díaz Ordaz, ambos ubicados en Tamaulipas, fueron nombrados en honor al doctor Ramiro Iglesias Leal. Cuatro años más tarde, el planetario de Ciudad Victoria, también en Tamaulipas, recibió el mismo nombre.
AUTOR: Montserrat Muñoz
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT