Boletín de prensa no.381
Un virus expuesto al medio ambiente perecería fácilmente, sin embargo, algunos como el Autographa californica, que habita en el gusano de la seda, cuentan con herramientas para “sobrevivir” gracias a que se alojan en un poliedro de cristal.
Después de vivir y replicarse en las células del insecto, el microorganismo no se preocupa si éste muere puesto que son capaces de generar estos cristales proteínicos para protegerse de la temperatura, resequedad, sol y rayos ultravioleta. Ahí, puede vivir durante años hasta que, por ejemplo, una larva coma una hoja contaminada y se produzca una nueva infección.
Los científicos de la UNAM generan una casa de cristal como la de ese virus.
Antes de lograrlo, los investigadores desconocían el proceso mediante el cual el virus se introducía en el cristal, puesto que es muy selectivo y no entra nada más que el microorganismo. Pero hallaron ese mecanismo de importación y su secuencia, una serie de aminoácidos en la proteína que le dicen al virus “entra”. De esta forma, los investigadores “robaron” esa llave al virus para meter proteínas de su interés, como enzimas y antígenos.
Inicialmente, el empleo de este mecanismo reduciría el costo de las vacunas un 20 por ciento, pero permitiría otros ahorros. “Como la producimos con un sistema altamente eficiente de encapsulamiento, del 100 por ciento, se reduce el costo de producción de las vacunas”. Refiere que otro de los costos del proceso que se transfieren al paciente es la producción misma de la vacuna, que significaría una quinta parte del costo regular si se emplea el proceso de encapsulamiento en cristales.
“Podemos producir la vacuna con la quinta parte del costo actual, además tendrá una vida mínima de 10 años y no requiere refrigeración, ¡es perfecto!”. Vaca Domínguez agrega que también es un sistema universal el cual no está ligado a una vacuna en particular, por lo que puede utilizarse en cualquiera que exista en el mercado.
El investigador del IFC de la UNAM menciona que la tecnología ha demostrado su efectividad, por lo que se ha vinculado con una empresa para transferirla. “Ahora nos encontramos en la fase de pruebas clínicas y, si todo funciona bien, en unos cinco años, aproximadamente, podrían salir los primeros productos con nuestra tecnología”.
Pie de foto: Luis Vaca Domínguez es investigador del IFC de la UNAM, donde ha desarrollado otras innovaciones con fines médicos. (Foto: UNAM).