Por Amapola Nava
Ciudad de México. (Agencia Informativa Conacyt).- En 1998, el médico Andrew Wakefield publicó en la revista científica Lancet un artículo que sugería que la vacuna triple viral, contra el sarampión, la rubéola y las paperas, causaba autismo. Inmediatamente, la comunidad científica se dedicó a comprobar si los hallazgos del artículo eran reproducibles. Pero el artículo resultó ser un fraude, estaba construido con datos falsos y manipulados, además su autor principal no había hecho públicos sus conflictos de interés: estaba siendo financiado por abogados que demandaban a la industria de las vacunas.
Casi diez años después, la revista Lancet se retractó de la publicación, pero fue demasiado tarde, a pesar de que se comprobó que los datos eran falsos, los movimientos antivacunas habían encontrado en el artículo uno de los argumentos, en contra de la vacunación, que siguen esgrimiendo hoy en día.
Los grupos antivacunas defienden una postura que no solo pone en peligro a sus integrantes sino a toda la sociedad. Sus acciones pueden provocar el resurgimiento de enfermedades que en el pasado ocasionaron discapacidad y muerte a la humanidad, y sus argumentos para cuestionar la utilidad de las vacunas, como si estas se trataran de una moda más, no cuentan con fundamentos científicos reales, se basan en suposiciones, creencias o interpretaciones erróneas, considera Mauricio Rodríguez Álvarez, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Minnesota, los antivacunas y el brote de sarampión más grande en los últimos 20 años
Existen ejemplos recientes que ilustran el peligro al que se enfrenta una comunidad si no vacuna adecuadamente. Uno de ellos es el brote de sarampión en Minnesota, Estados Unidos, que hasta hace unos días contabilizaba 68 enfermos, de los cuales 64 reportaron no estar vacunados. Y la magnitud del brote se aprecia mejor al tomar en cuenta que el acumulado de casos de sarampión en los últimos 20 años, en Minnesota, era tan solo de 56 personas.
Este brote afectó principalmente a la comunidad de ascendencia somalí que reside en Minnesota —58 de los 64 enfermos—, grupo poblacional que desde el 2000 hasta el 2007 tenía niveles de vacunación por encima de 90 por ciento, pero que a partir de 2008 bajó su cobertura de vacunación a 42 por ciento y prácticamente uno de cada dos niños no está vacunado.
Esta resistencia a la vacunación parece haber surgido de las constantes charlas que grupos antivacunas impartían en la comunidad, las cuales incluían como invitado a Andrew Wakefield. Desde entonces, el miedo a que los niños desarrollaran autismo si se les aplicaba la triple viral comenzó a propagarse en el lugar, explica Latife Salame Khouri, organizadora estudiantil del Seminario Permanente de Bioética del Programa Universitario de Investigación en Salud de la UNAM.
Pero a pesar de que se ha demostrado que las vacunas no causan autismo y que el estudio de Wakefield es falso, los grupos antivacunas siguen proliferando, probablemente porque se ha borrado la memoria de las consecuencias que la polio o la meningitis por neumococo tenían sobre la población infantil. Pero las vacunas sí se necesitan, evitan enfermedades de manera individual y comunitaria, previenen consultas, hospitalizaciones y evitan que se utilicen antibióticos, hay que volver a voltear a ver eso, apela Mauricio Rodríguez.
Las vacunas, el producto más vigilado en el mundo de la medicina
Se está viviendo un momento en el que existen más de 30 vacunas en el mercado, la cantidad más grande en la historia. Pero esto no significa que las vacunas sean un producto fácil de desarrollar, de hecho están sometidas a estrictas normas de calidad y hoy en día es más difícil que nunca hacer una vacuna. Desde las investigaciones para el diseño y desarrollo, hasta la producción de los lotes, todos los pasos se vigilan, comenta Mauricio Rodríguez.
Ningún otro producto, ningún otro medicamento es evaluado con tal constancia. En México, cada uno de los lotes que se produce debe ser evaluado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Además, continuamente se hacen estudios de vigilancia para asegurar la efectividad y la seguridad de las vacunas, y los resultados demuestran que el beneficio que otorgan supera cualquier tipo de riesgo, explica el investigador.
El enorme beneficio que se obtiene con la vacunación hace necesario definir si se comete una negligencia, por parte de los padres, al elegir no vacunar a sus hijos y negarles la protección de cierta vacuna. Elección que en México tiene un carácter meramente ideológico, pues la vacunación básica es gratuita, contrario a países como Estados Unidos, donde la vacunación es obligatoria mas no gratuita, y por ello intervienen otros factores como las posibilidades de acceso a estos tratamientos preventivos.
Para Mauricio Rodríguez, en la mayoría de los casos la decisión de no vacunar se realiza desde los mitos o la mala información, pero existen personas que conocen tanto riesgos como beneficios de la vacunación y que deciden no vacunar a sabiendas de que aprovecharán los beneficios de que todos los demás estén vacunados sin aceptar los riesgos, actitud grave que hace peligrar la salud comunitaria.
Imagen: En 2015, México disminuyó a 87 % su cobertura nacional en la aplicación de la vacuna DTP3, que protege contra difteria, tos ferina y tétanos. Imagen propiedad de la OMS.
Las vacunas, protegiendo los intereses del grupo
Existe una característica de las vacunas que se suele pasar por alto, esta es la inmunidad de grupo. Este concepto establece que las vacunas solo pueden proteger a la población de las enfermedades si la mayoría de la población está vacunada. Incluso, dependiendo del grado de contagio de la enfermedad, puede necesitarse hasta de 80 a 95 por ciento de vacunación entre la comunidad.
La inmunidad de grupo es importante, sobre todo, para las personas que por cuestiones médicas no pueden vacunarse, como los niños con menos de dos meses de edad, las personas alérgicas a las vacunas, las que tienen problemas en el sistema inmune y las embarazadas. Estos grupos vulnerables, junto con los individuos a quienes la vacuna no les hace efecto, contarán con mayor protección si el resto de la población se vacuna, pues habrá menos portadores del patógeno en la comunidad.
De esta capacidad de las vacunas para proteger a una población, Latife Salame plantea algunos cuestionamientos: ¿cómo se relaciona la vacunación con la autonomía?, ¿es ético dejar de vacunar a los hijos?, ¿tienen derecho los padres a decidir sobre la vacunación de sus hijos, siendo que la decisión afecta la salud de la comunidad?
La estudiante considera que en un mundo globalizado el riesgo de contagio y de que las enfermedades crucen continentes es grande, por lo que vacunar ya no se trata de una decisión personal sino de una decisión que afecta a la comunidad internacional.
Grupos antivacunas, nada nuevo bajo el sol
En realidad, que algunos sectores de la población se cuestionen la seguridad y la utilidad de las vacunas no es un problema nuevo ni original. Desde el surgimiento de la primera vacuna, diseñada por Edward Jenner en 1796, han surgido grupos que atacan de manera irracional el uso de las vacunas, comenta Mauricio Rodríguez.
Para el investigador, este fenómeno se repite debido a que siguen imperando la falta de información o la mala información, la desconfianza en los gobiernos y en los sistemas de salud, y los conflictos de intereses de las farmacéuticas.
El poder de las farmacéuticas
El conflicto de interés no es un asunto menor, es un problema que abona a la desconfianza de los grupos antivacunas en el mundo, pues, en la actualidad, casi la totalidad de la producción de vacunas se encuentra en manos de la industria privada.
“En el año 2009, a nivel mundial, el mercado de valores de las vacunas generó 24 mil millones de dólares. Pues esa cifra subió 217 por ciento para el año 2016, moviendo más o menos 52 mil millones de dólares a nivel mundial. Esto equivale, aproximadamente, a un millón de millones de pesos mexicanos y es como 50 veces el PIB de nuestro país en el año 2016”, detalla Mauricio Rodríguez.
Para Arnoldo Kraus, profesor de la UNAM y miembro del Colegio de Bioética, no se puede realizar un discusión completa sobre la vacunación si no se considera que el auge de las vacunas y el interés en el diseño de nuevos biológicos está ligado al interés de la industria privada por hacer dinero.
Después del narcotráfico y la industria militar, la farmacéutica es la industria que más dinero mueve en el mundo, comenta el médico, y señala que sus ingresos son incluso mayores a los de varios países de Centroamérica o de África. De aquí que, cuando se trata de combatir una nueva enfermedad, las compañías primero analizan si vale la pena realizar el gasto de desarrollo de una nueva vacuna, siendo que el país que sufre la enfermedad no produce el dinero suficiente para hacer atractivas las ganancias. Como ejemplo se tiene el caso del ébola.
Alimentar al monstruo
Esta voracidad de las industrias farmacéuticas contrasta con la visión de muchos médicos e investigadores como Jonas Salk, quien en la década de los 50 desarrolló la primera vacuna efectiva y segura contra el virus de la polio. En esa época, la poliomielitis provocaba discapacidad por parálisis y mataba a miles de personas, principalmente niños. Cuando la vacuna comenzó a aplicarse de manera masiva en los Estados Unidos, la comunidad estaba maravillada con el tratamiento preventivo y colocaba en los escaparates de los negocios letreros con la leyenda “Gracias doctor Salk”.
En medio del alborozo, durante una entrevista televisiva, un reportero le preguntó a Jonas Salk quién era dueño del nuevo descubrimiento, a lo que el médico respondió: “No hay patente, ¿acaso cree que se puede patentar el sol?”, y con esto dejó clara su intención de que la vacuna fuera accesible económicamente y pudiera reproducirse en cualquier parte del mundo. Algo que nada tiene que ver con lo que sucede hoy con la industria, considera Arnoldo Kraus.
De hecho, el investigador no pone en duda la eficacia de las vacunas, pero sí considera que hay enfermedades que son mucho menos prevalentes y mucho menos letales, cuyas vacunas están enriqueciendo a las farmacéuticas. Por ello considera que habría que preguntarse si la vacuna que se recibirá es realmente necesaria o si es un producto más para servir a la industria privada.
“Yo, por ejemplo, ni por error me he puesto la [vacuna] del herpes zóster, ni por error me pondré la de la influenza y no me pongo varias vacunas porque reivindico mi autonomía, soy libre pensador, y en general tengo una política de no apoyar las malas prácticas de las compañías farmacéuticas en ese sentido. Pero no sé si sea negligencia, porque los pacientes pueden preguntarle al médico ‘¿te vacunaste o no?, ¿me puedes contagiar?’”.
No vacunarse, una negligencia médica
Para Mauricio Rodríguez no puede negarse que existe el peligro de que se borre la línea que separa el uso racional del abuso de las vacunas, pues pareciera que la sola disponibilidad de las vacunas las vuelve indispensables. Por ello, es necesario tener presente que no todas las enfermedades prevenibles por vacunación son iguales, pero no por eso hay que olvidar que no todos los miembros de una sociedad tienen la misma responsabilidad ante la vacunación.
El investigador opina que el personal médico debe considerar algo más que el hecho de enriquecimiento de las farmacéuticas al decidir qué vacunas aplicarse, debe considerar el tipo de entorno en el que trabaja y el tipo de pacientes con quienes labora, pues en ocasiones no vacunarse puede considerarse una negligencia médica, sobre todo del que trabaja directamente con pacientes inmunodeprimidos o niños muy pequeños.
Las personas que laboran en el campo de la atención a la salud están expuestas a ambientes donde virus y bacterias patógenas son ubicuos y se encuentran en cantidades y con virulencias mayores que en otros entornos. Cuando el personal de salud no se vacuna, no solo está en riesgo de contraer la enfermedad, está en riesgo de contagiar a sus colegas, a sus pacientes y a los individuos fuera de las clínicas con patógenos que incluso han desarrollado resistencia a los antibióticos dentro del ambiente hospitalario.
¿Debe ser obligatoria la vacunación?
“Hace unos pocos días se aprobó en la Cámara de Senadores una modificación a la Ley General de Salud, en materia de vacunación, y entre otras cosas establece el derecho de toda persona en nuestro país de recibir en forma universal y gratuita las vacunas del programa de vacunación universal. Pero la reforma también habla de informar sobre los beneficios y riesgos de las vacunas y abre la posibilidad de establecer como obligatoria la vacunación de ciertos grupos bajo ciertas circunstancias, sobre todo en caso de epidemias”, explica Mauricio Rodríguez, y puntualiza que esta reforma aún debe pasar por la Cámara de Diputados y sufrir modificaciones.
Para el investigador, el hecho de que ya se considere dentro de la ley la necesidad de informar a la población sobre riesgos y beneficios de las vacunas es un gran avance que permitirá a las personas tomar decisiones racionales. Además, introducir el tema de la obligatoriedad de la vacunación en situaciones de emergencia ejemplifica la importancia que la inmunidad colectiva representa para el sistema de salud federal.
Esta no es la primera vez que la obligatoriedad de las vacunas se plantea como una medida para proteger a una comunidad. En junio de 2016, en los Estados Unidos, el estado de California modificó una ley en materia de salud para disminuir la no vacunación por motivos religiosos o ideológicos. La ley SB 277 establece que para que un niño ingrese a una escuela pública, desde guardería hasta bachillerato, debe estar al corriente con su esquema de vacunación y solo se permiten excepciones si los motivos son de carácter médico, como que el infante sea alérgico a los componentes de las vacunas.
Aunque esta medida se ha considerado como controversial, surge de la necesidad de evitar casos como el reciente brote de sarampión en Minnesota, donde la comunidad, por motivos ideológicos, decidió no vacunar y puso en riesgo a otras poblaciones aledañas, detalla Mauricio Rodríguez.
Decisión individual, efecto colectivo
Paulette Dieterlen Struck, investigadora de la UNAM y exconsejera de la Comisión Nacional de Bioética, explica que la protección de la autonomía individual es un asunto primordial dentro de la bioética, pero que al mismo tiempo no se puede ver al individuo como un ser alejado de la sociedad.
Para la investigadora, se deben tomar en cuenta las repercusiones que tienen las decisiones de cada persona en la población como un conjunto. Sobre todo en los temas de salud, la autonomía individual no puede separarse de la justicia social, pues de por medio hay contagios, hay presupuesto público y la calidad de vida de las personas.
En la vacunación, la filósofa encuentra un ejemplo muy claro del dilema entre individuo y colectividad, pues el objetivo de las vacunas es tener niños sanos, individuos sanos, pero cuando una comunidad decide no vacunarse no solo pone en riesgo a sus integrantes sino a otras comunidades.
“Creo que la vacunación debería estar regulada por el sistema de salud. Y quiero decir sí, definitivamente sí, pero aclarar que no es una cosa de paternalismo brutal. Simple y sencillamente, lo que yo pienso es que muchas personas no conocen el riesgo que pueden correr sus hijos y los demás niños de la sociedad si no hay vacunas, entonces a veces hay que apretar un poquito”.
La complejidad de la decisión
Todos estamos de acuerdo en que se debe proteger la autonomía, pero la situación se complica cuando se sabe que la decisión puede afectar a las comunidades, y la afectación es real, en la actualidad ya hay brotes de enfermedades prevenibles por vacunación, comenta Mauricio Rodríguez.
“En resumen, en esto de las vacunas convergen muchas realidades, discursos y argumentos, desde el individuo autónomo hasta el bien común. Entran en juego la autonomía, la justicia, la equidad, la beneficencia, la no maleficencia, la negligencia y la fórmula se hace cada vez más complicada. Las vacunas nos hacen recordar que no estamos solos y que formamos parte de algo que tenemos que proteger entre todos, no exagero diciendo que por el bien de nuestra especie”, concluye el investigador.